La Biblia revela que a Dios le ha placido establecer pactos con los hombres. Ocho de estos pactos se hallan mencionados en las sagradas páginas y ellos incorporan los hechos más vitales en la relación que el hombre ha tenido con Dios a través de toda la historia de la raza humana. Cada pacto representa un propósito divino y la mayoría de ellos constituyen una absoluta predicción tanto como una promesa inalterable del cumplimiento de todo lo que Dios ha determinado. Si llevamos nuestra consideración del tema hasta el tiempo cuando los pactos fueron hechos, descubrimos que ellos siempre anticiparon el futuro y tenían el propósito de ser un mensaje de certidumbre para aquellos con quienes el pacto era establecido. Además de los pactos bíblicos, los teólogos han sugerido tres pactos teológico s que tienen que ver con la salvación del hombre.
A. LOS PACTOS TEOLÓGICOS
Para definir
el eterno propósito de Dios, los teólogos han sostenido la teoría de que es el propósito
central de Dios el salvar a los elegidos, aquellos escogidos para
salvación desde la eternidad pasada. De acuerdo a ello, consideran la historia
primeramente como la obra exterior para el plan de Dios en cuanto a la
salvación.
Desarrollando
esta doctrina, ellos han expuesto tres pactos teológicos básicos.
1. Se dice que con Adán se estableció
un pacto de obras. La provisión del pacto era tal que si Adán obedecía a Dios,
él sería guardado seguro en su estado espiritual y recibiría la vida eterna. Se
afirma que este pacto es sostenido por la advertencia concerniente al árbol del
conocimiento del bien y del mal, «porque el día que de él comieres, morirás» (Gn.
2:17). Se deduce que si él no hubiera comido del árbol, no hubiese muerto y,
como los santos ángeles, hubiese sido confirmado en su estado santo. Este pacto
está basado casi totalmente en la deducción y no es llamado un pacto en la
Biblia, y por esta razón es rechazado por muchos estudiosos de la Escritura por
tener poca base.
2. Otro pacto sugerido es el pacto de
la redención, en el cual se insinúa la enseñanza de que fue establecido un
pacto entre Dios el Padre y Dios el Hijo en relación a la salvación del hombre
en la eternidad pasada. En este pacto el Hijo de Dios se comprometió en proveer
la redención para la salvación de aquellos que creyeran, y Dios prometió aceptar
su sacrificio. Este pacto tiene más sostenimiento en las Escrituras que el
pacto de obras en que la Biblia declara claramente que el plan de Dios para la
salvación es eterno, y que en aquel plan Cristo tenía que morir como un
sacrificio por el pecado y Dios tenía que aceptar aquel sacrificio como una
base suficiente para salvar a aquellos que creyeran en Cristo. De acuerdo a
Efesios 1:4: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él.» También en referencia a nuestra posición
en Cristo, se declara en Efesios 1:11: «En él asimismo tuvimos herencia, habiendo
sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el
designio de su voluntad. De estas y de otras Escrituras está claro que el
propósito de DIOS para la salvación es eterno. Se sugiere que un pacto formal
fue acordado
entre Dios el
Padre y Dios el Hijo del hecho de que el propósito de Dios es también una
promesa.
3. Aun otra tentativa es el
contemplar el eterno propósito de Dios en la salvación como un pacto de gracia. En este punto de vista Cristo es contemplado como el
Mediador del pacto y el representante de aquellos quienes ponen su confianza en
Él. Los individuos encuentran las condiciones de este pacto cuando colocan su
fe en Jesucristo como Salvador. Aunque este pacto es también una deducción del
plan eterno de salvación, tiende a enfatizar el carácter de gracia de la
salvación de Dios. El pacto de la redención y el pacto de gracia, en
consecuencia, tienen algunas bases escriturales y son más aceptables para la
mayoría de los estudiosos de la Biblia que el concepto del pacto de obras, el
cual no tiene base escritural.
Sin embargo,
se ha levantado el problema de que aquellos que son adeptos a estos pactos teológicos
siempre hacen del plan de Dios para la salvación su propósito primordial en la
historia humana. Así ellos tienden a ignorar los particulares sobre el plan de
Dios para Israel, el plan de Dios para la Iglesia y el plan de Dios para la
nación. Mientras que es verdad que el plan de Dios para la salvación es un
aspecto importante de su propósito eterno, no es la totalidad del plan de Dios.
Un punto de vista mejor es que el plan de Dios para la historia es revelar su
gloria, y Él no hace esto solamente salvando a los hombres, sino que también
por medio del cumplimiento de sus propósitos y revelándose a sí mismo a través
de sus tratos con Israel, con la iglesia y con las naciones. De acuerdo a ello,
es preferible contemplar la historia a través de ocho pactos bíblicos, los
cuales revelan los propósitos esenciales de Dios a lo largo de la historia de la
Humanidad y que incluye el plan de Dios para la salvación. Aquellos que
enfatizan los pactos teológicos son llamados a menudo «teólogos de los pactos»,
mientras que, por el contrario, aquellos que enfatizan los pactos bíblicos son
llamados «dispensacionalistas», porque los pactos bíblicos revelan las
distinciones en las varias etapas en la historia humana, las cuales están
manifiestas en las dispensaciones.
B. LOS PACTOS BÍBLICOS
Los pactos de
Dios contenidos en la Biblia se clasifican en dos clases, aquellos que son condicionales
y los que son incondicionales. Un pacto condicional es uno en el cual la acción
de Dios es en respuesta a alguna acción de parte de aquellos a quienes va dirigido
el pacto. Un pacto condicional garantiza que Dios hará su parte con absoluta certeza
cuando se satisfacen los requisitos humanos, pero si el hombre fracasa, Dios no
está obligado a cumplir su pacto.
Un pacto
incondicional, mientras que puede incluir ciertas contingencias humanas, es una
declaración de cierto propósito de Dios, y las promesas de un pacto
incondicional serán ciertamente cumplidas en el tiempo y a la manera de Dios.
De los ocho pactos bíblicos sólo el edénico y el mosaico eran condicionales.
Sin embargo, aun bajo los pactos incondicionales hay un elemento condicional
como si se aplicara a ciertos individuos. Un pacto incondicional se distingue
de uno condicional por el hecho de que su cumplimiento esencial es prometido
por Dios y depende del poder y la soberanía de Dios.
1. EL PACTO EDÉNICO FUE EL
PRIMER PACTO QUE DIOS HIZO CON EL HOMBRE (Gn. 1:26-31; 2:16-17), y fue un
pacto condicional con Adán en el cual la vida y bendición o la muerte y la
maldición dependían de la fidelidad de Adán. El pacto edénico incluía el dar a
Adán la responsabilidad de ser el padre de la raza humana, sojuzgar la tierra, tener dominio sobre
los animales, cuidar del huerto y no comer del árbol del conocimiento del bien
y del mal. Por haber fracasado Adán y Eva al comer de la fruta prohibida, fue
impuesta la pena de muerte para la desobediencia. Adán y Eva murieron
espiritualmente de inmediato y necesitaron nacer de nuevo para poder ser
salvos. Más tarde también murieron físicamente. Su pecado hundió a toda la raza
humana en un molde de pecado y muerte.
2. EL PACTO ADÁMICO FUE HECHO CON EL HOMBRE DESPUÉS DE
LA CAÍDA (Gn.
3:16-19). Este es un pacto incondicional en el que Dios declara
al hombre lo
que será su porción en la vida por causa de su pecado. Aquí no hay lugar para
ninguna apelación, ni se implica responsabilidad alguna de parte del hombre.
Como un todo,
el pacto provee importantes rasgos, los cuales condicionan la vida humana desde
este punto en adelante. Incluido en este pacto está el hecho de que la serpiente
usada por Satanás es maldita (Gn. 3:14; Ro. 16:20; 2 Co. 11:3, 14; Ap. 12:9); se
da la promesa del Redentor (Gn. 3:15), la cual es luego cumplida en Cristo; se
detalla el lugar de la mujer en cuanto a estar sujeta a una concepción
múltiple, al dolor y la pena en la maternidad, y en cuanto a la posición del
hombre como cabeza (Gn. 1:26-27; 1 Co. 11:7-9; Ef. 5:22-25; 1 Ti. 2:11-14). El
hombre debería, en lo sucesivo, de ganar el pan con el sudor de su frente (cf.
Gn. 2:15 con 3:17-19); la vida del hombre sería dolorosa y con la muerte por
final (Gn. 3:19; Ef. 2:5). Por un período bastante extenso, el hombre continúa
desde ese punto en adelante viviendo bajo el pacto adámico.
3. EL PACTO DE NOÉ FUE HECHO CON NOÉ Y SUS HIJOS (Gn. 9: 1-18).
Este pacto, mientras que repite algunos de los rasgos del pacto adámico,
introdujo un nuevo principio de gobierno humano como un medio de frenar el
pecado. Como el pacto adámico, era incondicional y revelaba el propósito de Dios
para la generación subsiguiente a Noé.
Las
provisiones del pacto incluían el establecimiento del principio del gobierno
humano, en el que se instituyó la pena capital para aquellos que tomaran la
vida de otro hombre.
Fue
reafirmado el orden normal de la Naturaleza (Gn. 8:22; 9: 2), y al hombre le
fue permitido comer carne fresca de animales (Gn. 9:3-4) en lugar de vivir solamente
de vegetales,
como parece haberlo hecho antes del diluvio.
El pacto con
Noé incluía la profecía concerniente a los descendientes de sus tres hijos (Gn.
9:25-27) y designaba a Sem como el único de quien vendría
la línea divina que seguiría hasta que el Mesías viniera. El dominio de las
naciones gentiles en la historia del mundo está implicado en la profecía
concerniente a Jafet. Así como el pacto adámico introdujo la dispensación de la
conciencia, así el pacto con Noé introdujo la dispensación del gobierno humano.
4. EL PACTO ABRAHÁMICO (GN. 12:1-4;
13:14-17; 15:1-7; 17: 1-8) ES UNA DE LAS GRANDES REVELACIONES DE DIOS CONCERNIENTES A LA HISTORIA
FUTURA, Y EN ÉL FUERON DADAS PROFUNDAS PROMESAS A LO LARGO DE TRES LÍNEAS. Primero de
todo, fueron dadas promesas a
Abraham de que él tendría gran descendencia (Gn. 17:16), que tendría mucha bendición personal (Gn. 13:14-15,
17; 15:6,18; 24:34-35; Jn. 8:56), que su nombre sería grande (Gn. 12:2) y que él
personalmente sería una bendición (Gn. 12:2).
Segundo, a
través de Abraham fue hecha la promesa de que emergería una gran nación (Gn.
12:2). En el propósito de Dios esto tiene referencia primeramente a Israel y a
los descendientes de Jacob, quienes formaron las doce tribus de Israel. A esta
nación le fue dada la promesa de la tierra (Gn. 12:7; 13:15; 15:18-21; 17:7-8).
Una tercera
área principal del pacto fue la promesa de que por medio de
Abraham vendría bendición al mundo entero (Gn. 12:3). Esto tendría su
cumplimiento en que Israel sería el canal especial de la revelación divina de
Dios, la fuente de los profetas quienes revelarían a Dios y proveerían de la
Escritura a los escritores humanos. En forma suprema, la bendición a las
naciones sería provista a través de Jesucristo, quien sería un descendiente de
Abraham. Dada la relación especial de Israel con Dios, Dios pronunció una
solemne maldición sobre aquellos que maldijeran a Israel y una bendición sobre
aquellos quienes bendijeran a Israel (Gn. 12:3).
El pacto con
Abraham, como el adámico y el de Noé, es incondicional. Mientras que cualquier
generación particular de Israel podría disfrutar de sus provisiones con sólo
ser obedientes, y podrían, por ejemplo, ser guiados hacia la cautividad si
ellos eran desobedientes, el propósito esencial de Dios para bendecir a Israel,
para revelarse a sí mismo a través de Israel, para proveer redención a través
de Israel y para traerle dentro de la Tierra Prometida es absolutamente cierto,
porque depende del soberano poder y voluntad de Dios, más que del hombre. A
pesar de los muchos fracasos de Israel en el Antiguo Testamento, Dios se reveló
a sí mismo y encauzó la escritura de los textos sagrados, y finalmente nació
Cristo, vivió y murió y se levantó resucitando exactamente como la Palabra de
Dios lo había anticipado. A pesar del fracaso humano, los propósitos de Dios
son ciertos en su cumplimiento.
5. EL PACTO MOSAICO FUE DADO A TRAVÉS DE MOISÉS PARA
LOS HIJOS DE ISRAEL MIENTRAS QUE ESTABAN VIAJANDO DESDE EGIPTO HACIA LA TIERRA
PROMETIDA (Ex. 20:1 - 31:18). En Éxodo, y ampliado en muchas otras porciones de las Escrituras, Dios
le dio a Moisés la ley que
era para gobernar su relación con el pueblo de Israel. Los aproximadamente seiscientos mandamientos específicos
están clasificados en tres divisiones principales: a) los mandamientos, conteniendo la
voluntad expresada de Dios (Ex. 20:1-26); b) los juicios,
relacionados a la vida social y cívica de Israel (Ex. 21: 1 - 24:11), y c) las ordenanzas (Ex. 24:12 - 31:18).
La ley
mosaica era un pacto condicional e incorporaba el principio de que si Israel
era obediente, Dios les bendeciría, pero si Israel era desobediente, Dios les
maldeciría y les disciplinaría. Esto es destacado especialmente en Deuteronomio
28. Aunque ya se había anticipado que Israel fracasaría, Dios prometió que Él
no abandonaría
a su pueblo (Jer.
30:11). El pacto mosaico también fue temporal y terminaría en la cruz de
Cristo. Aunque contenía elementos de gracia, era básicamente un pacto de obras.
6. EL PACTO PALESTINO (DT. 30:1-10) ERA UN PACTO INCONDICIONAL EN CONEXIÓN CON LA POSESIÓN FINAL DE LA
TIERRA POR PARTE DE ISRAEL. Este pacto se
ilustra como un pacto
básicamente incondicional y seguro en su cumplimiento; sin embargo, tiene
elementos condicionales para cualquier generación en particular.
La promesa dada a Abraham en Génesis 12: 7, y reafirmada luego a través del Antiguo
Testamento, sería que la simiente de Abraham poseería la tierra. No obstante, a
causa de la desobediencia y el fracaso, Jacob y sus descendientes vivieron en Egipto
cientos de años antes del Éxodo. Así, manteniendo el propósito de Dios, ellos volvieron y
poseyeron, por lo menos, una porción de la tierra. Más tarde, a causa de la desobediencia
y la negligencia a la ley de Dios, ellos fueron sometidos a los cautiverios asirio y
babilónico. Otra vez en la gracia de Dios, les fue permitido volver después de setenta años
del cautiverio babilónico y re-poseer la tierra hasta que Jerusalén fue destruida en
el 70 d.C.
Sin embargo,
a pesar de todos los fracasos, a Israel se le promete que volverá a la tierra,
vivirá allí en seguridad y con bendición y nunca será dispersada nuevamente
(Ez. 39: 25-29; Am. 9:14-15).
El retorno
presente de Israel a la tierra es, por lo tanto, altamente significativo porque
cumple la primera etapa del regreso de Israel, necesario para establecer el
escenario para el fin de los tiempos. La vuelta de Israel será completada hasta
el último hombre después de que Jesucristo vuelva y establezca su reino (Ez.
39:25-29). Mientras que cualquier generación pudiera haber sido sacada fuera de
la tierra por su desobediencia, el propósito final de Dios de traer a su pueblo
dentro de su Tierra Prometida es incondicional y cierto en su cumplimiento.
El pacto
palestino, de acuerdo a ello, incluye la dispersión de Israel por la
incredulidad y la desobediencia (Gn. 15:13; Dt. 28:63-68), tiempos de
arrepentimiento y restauración (Dt. 30:2), la recolección de Israel (Dt. 30:3;
Jer. 23:8; 30:3; 31:8; Ez. 39:25-29; Am. 9:9- 15; Hch. 15:14-17), la
restauración de Israel a su tierra (Is. 11:11-12; Jer. 23:3-8; Ez. 31:21-25;
Am. 9:9-15), su conversión espiritual y restauración nacional (Os. 2:14-16; Ro.
11:26-27), su seguridad y prosperidad finales como nación (Am. 9:11-15) y el
juicio divino para sus opresores (Is. 14:1-2; Jl. 3:1- 8; Mt.25:31-46).
7. EL PACTO DAVÍDICO (2 S. 7:4-16;
1 CR. 17:3-15) ERA UN PACTO
INCONDICIONAL EN EL CUAL DIOS PROMETIÓ A DAVID UN LINAJE REAL SIN FIN, UN TRONO
Y UN REINO, TODOS ELLOS PARA SIEMPRE. En la
declaración de este pacto Jehová se reserva el derecho de interrumpir el actual reinado de los hijos de David si
era necesario el castigo (2 S. 7:14-15; Sal. 89:20- 37); pero la perpetuidad del pacto no
podía ser quebrantada.
Como el pacto
abrahámico garantizaba a Israel una identidad eterna como nación (Jer. 31:36) y
la posesión eterna de la tierra (Gn. 13:15; 1 Cr. 16:15-18; Sal. 105:9-11), así
el pacto davídico les garantizaba un trono eterno y un reino eterno (Dn. 7:14).
Desde el día en que el pacto fue establecido y confirmado por el juramento de
Jehová (Hch. 2:30), hasta el nacimiento de Cristo, a David no le faltó un hijo
que se sentase en el trono (Jer. 33:21); y Cristo el eterno Hijo de Dios e Hijo
de David, siendo el justo heredero de aquel trono y el Único que se sentaría en
aquel trono (Lc. 1:31-33), completa el cumplimiento de esta promesa hecha a
David de que un hijo se sentaría en este trono para siempre.
El pacto
davídico es el más importante en asegurar el reino milenial, en el cual Cristo reinará
sobre la tierra. David, resucitado, reinará por debajo de Cristo como un
príncipe sobre la casa de Israel (Jer. 23:5-6; Ez. 34:23- 24; 37:24).
El pacto
davídico no es cumplido por Cristo reinando en su trono en los cielos, puesto que
David nunca se ha sentado ni se sentará en el trono del Padre. Es más bien
un reino terrenal y un trono terrenal (Mt. 25: 31). El pacto davídico es, por consiguiente,
la clave del programa profético de Dios que aún está por cumplirse.
8. EL NUEVO PACTO, PROFETIZADO EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO Y QUE TENDRÁ SU CUMPLIMIENTO PRIMARIO EN EL REINO MILENIAL, ES
TAMBIÉN UN PACTO INCONDICIONAL (Jer. 31:31-33). Como lo describe Jeremías, es un pacto hecho «con la casa
de Israel y con la casa de Judá»
(v. 31). Es un nuevo pacto en contraste con el pacto mosaico, el cual fue roto por Israel (v. 32).
En el pacto
Dios promete: «Después de aquellos
días, dice Jehová: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las
escribiré; y seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo» (v. 33). A
causa de esta íntima y personal revelación de Dios, y su voluntad para con su gente, continúa en Jeremías 31:34 para
declarar: «y no enseñará más ninguno a su
prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová: porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos
hasta el más grande, dice Jehová; porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.»
Este pasaje
anticipa las circunstancias ideales del reino milenial donde Cristo reinará, y todos
conocerán los hechos acerca de Jesucristo. De acuerdo a ello, no será necesario
para una persona evangelizar a su vecino, porque los hechos acerca del Señor
serán universalmente conocidos. También será un período en el cual Dios
perdonará el pecado de Israel y les bendecirá abundantemente. Debería estar
claro, dada esta descripción de la promesa del pacto como se da en
Jeremías, que esto no se está cumpliendo hoy día, puesto que la iglesia ha sido
instruida para ir por todo el mundo y predicar el evangelio a causa de que hay
una casi universal ignorancia de la verdad.
Sin embargo,
dado que el Nuevo Testamento también relaciona a la Iglesia con un nuevo pacto,
algunos han enseñado que la iglesia cumple el pacto dado a Israel.
Aquellos
quienes no creen en un futuro reino milenial y en una restauración de Israel, por tanto
encuentran el completo cumplimiento ahora en la iglesia, espiritualizando las provisiones
del pacto y haciendo de Israel y de la Iglesia una misma cosa. Otros que reconocen
la restauración futura de Israel y el reino milenial consideran que el Nuevo Testamento
se refiere al nuevo pacto tanto como para ser una aplicación de las verdades
generales del pacto futuro con Israel a la iglesia, o para distinguir dos
nuevos pactos (uno para Israel como está dado en Jeremías, y el segundo, un
nuevo pacto dado a través de Jesucristo en la era presente de gracia proveyendo
salvación para la iglesia).
Actualmente
el nuevo pacto, ya sea para Israel o para la iglesia, se desprende de la muerte
de Cristo y de su derramamiento de sangre.
El nuevo
pacto garantiza todo lo que Dios se propone hacer para los hombres
en el terreno de la sangre de su Hijo. Esto puede verse en dos aspectos:
A) QUE ÉL SALVARÁ, PRESERVARÁ Y PRESENTARÁ EN LA GLORIA, CONFORMADOS A LA
IMAGEN DEL HIJO UNIGÉNITO, A TODOS LOS QUE CREEN EN EL SEÑOR JESÚS. El hecho de que
sea necesario creer en Cristo para ser salvo, no es una condición en este
pacto. El acto de creer no es una parte del pacto, sino más bien la base sobre
la cual el creyente es admitido para disfrutar de las bendiciones eternas que
el pacto ofrece. El pacto no es hecho con los no redimidos, sino con los que
creen, y promete que en favor de ellos estará la fidelidad de Dios. «El que
comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo»
(Fil. 1:6), y toda otra promesa semejante a ésta, relacionada con el poder que
Dios manifiesta en la salvación y preservación de los suyos, es parte de este
pacto de gracia.
En la
presente edad no se tiene en vista para el hombre una salvación que no
garantice una perfecta preservación aquí en el mundo, y una presentación
final allá en la gloria, de todos los que son salvos por la sangre de Cristo
Jesús. Es posible que haya en la vida diaria del hijo de Dios algún impedimento
para su comunión con el Padre; y como aconteció en el caso de David, el pecado
del cristiano puede hacer que Dios levante su mano para castigo del hijo
desobediente; pero estos asuntos que son propios de la experiencia cotidiana
del creyente, no llegan nunca a ser determinantes para el cumplimiento de la
promesa de Dios en lo que se refiere a la eterna salvación de los que Él ha
recibido en su gracia.
Hay quienes
recalcan la importancia y el poder de la voluntad humana, y declaran enfáticamente
que la salvación y preservación deben tener como condición la libre cooperación
de la voluntad humana. Esto puede ser razonable para la mente del hombre, pero
no está de acuerdo con la revelación que Dios nos ha dado en las Escrituras.
En cada caso
Dios ha declarado incondicionalmente lo que Él hará en favor de todos aquellos
que confían en Él (Jn. 5:24; 6:37; 10:28). Esta es en verdad una empresa enorme
que necesariamente tiene que incluir el dominio absoluto aun de los pensamientos
e intentos del corazón humano; pero, por así decirlo, esto no es más irrazonable
que el hecho de declarar a
Noé que su descendencia seguiría los caminos que Dios había decretado, o que el
de prometer a Abraham que él sería el progenitor de una nación grande y que de
su simiente nacería el Cristo.
En cada uno
de estos casos tenemos la manifestación de la autoridad y del poder soberano
del Creador. Es vidente que Dios ha dejado lugar para el libre ejercicio de la voluntad
humana. Él ayuda a la voluntad de los hombres, y los ya salvos son conscientes
de que tanto su salvación como su servicio están en completa armonía con la
elección que ellos mismos han hecho en lo más profundo de su ser. Se nos dice
que Dios gobierna la voluntad del hombre (Jn. 6:44; Fil. 2: 13); pero al mismo
tiempo vemos que Él apela a la voluntad humana y hace que en cierto sentido
dependa de ella el disfrute de su divina bendición (Jn. 5:40; 7:17; Ro. 12:1; 1
Jn. 1:9).
Las
Escrituras hablan en forma incuestionable y enfática de la soberanía de Dios.
Él ha predestinado perfectamente lo que vendrá, y su determinado propósito
tendrá que realizarse; porque es imposible que Él sea sorprendido o sufra
alguna desilusión. De igual manera, las Escrituras enfatizan que entre estos
dos grandes aspectos de la soberanía divina -el propósito eterno y la perfecta
realización del mismo- Él ha permitido suficiente lugar para cierto ejercicio
de la voluntad humana. Y al actuar de esta forma no está poniendo en peligro,
de ninguna manera, los fines que Él se ha propuesto alcanzar.
El tener sólo
uno de los dos aspectos de esta verdad puede guiarnos o bien al fatalismo, en
el cual no hay lugar para pedir en oración ni motivo alguno para buscar el amor
de Dios, ni base para la condenación de los pecadores, ni fundamento para la
invitación del Evangelio, ni significado para gran parte de las Escrituras, o
bien a la pretensión de querer desalojar a Dios de su trono. Es razonable creer
que la voluntad humana está bajo el dominio de Dios; pero sería lo más
irrazonable creer que la soberanía de Dios está bajo el dominio de la voluntad
humana. Los que creen son salvos y seguros para siempre, porque así está
determinado en el pacto incondicional de Dios.
B) LA SALVACIÓN FUTURA DE ISRAEL ES PROMETIDA EN EL NUEVO PACTO INCONDICIONAL
(IS. 27:9;
EZ. 37:23; RO. 11:26-27). Esta salvación se efectuará sobre
la base única de la sangre que Cristo derramó en la cruz. Por medio del
sacrificio de su Hijo, Dios es tan libre para salvar a una nación como lo es
para salvar a un individuo. Israel es representado por Cristo como un tesoro
escondido en el campo. El campo es el mundo. Y creemos fielmente que fue Cristo
quien vendió todo lo que Él tenía, a fin de poder comprar el campo y poseer así
el tesoro que allí estaba oculto (Mt. 13: 44).
En la
consideración de estos ocho grandes pactos nunca podrá decirse
que se está dando demasiado énfasis a la soberanía de Dios en relación con los
pactos incondicionales, o al absoluto fracaso humano en lo que toca a los
pactos condicionales. Y podemos estar seguros de que todo lo que Dios se ha
comprometido a hacer incondicionalmente
Él lo hará
con toda la perfección de su infinito Ser.
PREGUNTAS
1. De acuerdo a
los pactos
teológicos, ¿cuál es el propósito central de Dios y cómo afecta a la historia?
2. ¿Cuál
es el pacto de las obras y cuál es su base escritural?
3. ¿Cuál
es el pacto de la redención y cuál es su base escritural?
4. ¿Cuál
es el pacto de la gracia y cuál es su base escritural?
5. ¿Cuál
es el problema originado por los pactos teológicos en relación al plan de Dios para
Israel, para la Iglesia y para las naciones?
6. ¿Por
qué es preferible tener una visión de la historia a través de los ocho pactos, más
bien que desde el punto de vista de los pactos teológicos?
7.
Distinguir los pactos condicionales, de los incondicionales.
8. ¿Qué
era el pacto edénico, y cuál fue el resultado del fracaso bajo el mismo?
9. ¿Qué
era el pacto adánico, y hasta qué grado condiciona la vida hoy día?
10.
¿Cuáles eran las provisiones importantes del pacto de Noé, y hasta qué grado continúa
hoy?
11. ¿Qué promesas
se dieron al mundo entero en el pacto abrahámico?
12. ¿Qué
promesas se dieron concernientes a la nación de Israel en el pacto abrahámico?
13. ¿Qué
promesas se dieron al mundo entero en el pacto abrahámico?
14. ¿En qué
sentido el pacto
con Abraham era incondicional?
15. ¿Hasta
qué punto el pacto mosaico era condicional y temporal?
16. ¿Hasta
qué punto el pacto palestino era incondicional?
17. ¿Cómo
explica las cautividades asiria y babilónica y la dispersión mundial de Israel
a la vista del carácter incondicional del pacto palestino?
18. ¿Cómo
podría resumir todas las provisiones del pacto palestino en relación a la desobediencia
de Israel, su recolección, restauración y seguridad final en prosperidad como
una nación?
19. ¿Qué
fue prometido incondicionalmente en el pacto davídico?
20. ¿Cómo
se relaciona el pacto davídico con el futuro reino milenial?
21. De
acuerdo al Antiguo Testamento, ¿qué se proveyó en el nuevo pacto para Israel?
22.
¿Cuándo será cumplido el nuevo pacto para Israel?
23. ¿Por
qué algunos han enseñado que el nuevo pacto tiene una aplicación presente, y cómo
puede ser explicado esto?
24. ¿Cómo
se relaciona el nuevo pacto con la seguridad de la salvación de los creyentes?
25. ¿Cómo
se relaciona el nuevo pacto con la soberanía de Dios?
26. ¿Cómo
se relaciona el nuevo pacto con la futura salvación de Israel?