Aunque la mayoría de los creyentes en Cristo acepta la doctrina de que pueden tener la seguridad de su salvación en determinado momento en su experiencia, muchas veces se hace la pregunta: « ¿Puede perderse una persona que ha sido salva?» Puesto que el temor de perder la salvación podría afectar seriamente la paz mental de un creyente, y por cuanto su futuro es tan vital, esta pregunta constituye un aspecto importantísimo de la doctrina de la salvación.
La
afirmación de que una persona salvada puede perderse nuevamente está basada sobre
ciertos pasajes bíblicos que parecen ofrecer dudas acerca de la continuidad de la
salvación. En la historia de la iglesia ha habido sistemas opuestos de
interpretación conocidos como Calvinismo, en apoyo de la seguridad eterna, y
Arminianismo, en oposición a la seguridad eterna (cada uno denominado según el
nombre de su apologista más célebre, Juan Calvino y Jacobo Arminio).
A. PUNTO DE VISTA ARMINIANO
DE LA SEGURIDAD.
Los que
sustentan el punto de vista Arminiano dan una lista de unos ochenta y cinco pasajes
que sustentan la seguridad condicional. Entre éstos los más importantes son: Mt. 5:13;
6:23; 7:16-19; 13:1-8; 18:23-35; 24:4-5, 11- 13, 23-26; 25:1-13;Lc. 8:11-15; 11:24-28;
12:42-46; Jn. 6:66-71; 8:31, 32, 51; 13:8;15:1-6; Hch. 5:32; 11:21-23; 13:43;
14:21-22; Ro. 6:11-23; 8:12-17; 11:20-22; 14:15-23; 1 Co. 9:23-27; 10:1-21; 11:29-32;
15:1-2;2 Co. 1:24; 11:2-4; 12:21-13:5; Ga. 2:12-16; 3:4-4:1; 5:1-4;6:7-9; Col.
1:21-23; 2:4-8, 18-19; 1 Ts. 3:5; 1 Ti. 1:3-7, 18- 20; 2:11-15; 4:1-16; 5:5-15;
6:9- 12, 17-21;
2 Ti. 2:11-18, 22-26; 3:13-15; He. 2:1-3; 3:6-19; 4:1-16; 5:8-9; 6:4-20; 10:19-39;
11:13-16; 12:1-17, 25-29; 13:7-17; Stg. 1:12-26; 2:14-26; 4:4-10; 5:19-20; 1 P. 5:9,
13; 2 P. 1:5-11; 2:1- 22; 3:16-17; 1 Jn. 1:5 - 3:11; 5:4-16; 2 Jn. 6-9; Jud. 5-12, 20-21;
Ap. 2:7, 10-11, 17-26; 3:4-5, 8-22; 12:11; 17:14; 21:7-8; 22:18-19.
El
estudio de estos pasajes requiere la consideración de una cierta cantidad de preguntas.
1.
Probablemente la cuestión más importante que enfrenta el intérprete de la
Biblia tocante a este tema es la de poder saber quién es un creyente verdadero.
Muchos de los que se oponen a la doctrina de la seguridad eterna lo hacen sobre
la base de que es posible que una persona tenga una fe intelectual sin haber
llegado realmente a la salvación. Los que se adhieren a la doctrina de la
seguridad eterna están de acuerdo en que una persona puede tener una conversión
superficial, o sufrir un cambio de vida solamente exterior, de pasos externos
como aceptar a Cristo, unirse a la iglesia o bautizarse, y aun llegue a
experimentar un cierto cambio en su patrón de vida, pero sin que haya alcanzado
la salvación en Cristo. Aunque es imposible establecer normas acerca de como
distinguir a una persona salvada de una no salva, obviamente no hay dudas al respecto
en la mente de Dios.
El creyente individual debe asegurarse en primer
lugar de que ha recibido realmente a Cristo como su Salvador. En esto es de
ayuda comprender que recibir a Cristo es un acto de la voluntad que puede
necesitar algún conocimiento del camino de salvación y podría, hasta cierto
punto, tener una expresión emocional, pero la cuestión fundamental es ésta: «
¿He recibido realmente a Jesucristo como mi Salvador personal?» Mientras no se
haya enfrentado honestamente esta pregunta no puede haber, por supuesto, una
base para la seguridad eterna, ni una verdadera seguridad presente de la
salvación. Muchos que niegan la seguridad eterna solo quieren decir que la fe
superficial no es suficiente para salvar. Los que sostienen la seguridad eterna
están de acuerdo con este punto. La forma correcta de plantear el problema es
si una persona que actualmente es salvo y que ha recibido la vida eterna puede perder
lo que Dios ha hecho al salvarlo del pecado.
2. Muchos
de los pasajes citados por los que se oponen a la seguridad eterna se refieren
a las obras humanas o la evidencia de la salvación. El que es verdaderamente
salvo debiera manifestar su nueva vida en Cristo por medio de su carácter y sus
obras. Sin embargo, puede ser engañoso juzgar a una persona por las obras. Hay
quienes no son cristianos y pueden conformarse relativamente a la moralidad de
la vida cristiana, mientras hay cristianos genuinos que pueden caer, a veces,
en la carnalidad y el pecado en un grado tal que no se les puede distinguir de los
inconversos. Todos están de acuerdo en que la sola reforma moral mencionada en Lucas
11:24-26 no es una salvación genuina, y el regreso al estado de vida anterior
no es perder la salvación.
Varios pasajes presentan el importante hecho de que
la profesión cristiana es justificada por sus frutos. Bajo condiciones
normales, la salvación que es de Dios se probará por los frutos que produce
(Jn. 8:31; 15:6; 1 Co. 15:1-2; He. 3:6-14; Stg. 2:14-26; 2 P. 1:10; 1 Jn.
3:10). Sin embargo, no todos los cristianos en todos los tiempos manifiestan
los frutos de la salvación. En consecuencia, los pasajes que tratan las obras
como evidencias de la salvación no afectan necesariamente la doctrina de la
seguridad eterna del creyente, ya que la pregunta decisiva es si Dios mismo
considera que una persona es salva.
3. Muchos
pasajes citados para apoyar la inseguridad de los creyentes son advertencias
contra una creencia superficial en Cristo. En el Nuevo Testamento se advierte a
los judíos que, puesto que los sacrificios han cesado, deben volverse a Cristo
o perderse (He. 10:26). De igual manera, los judíos no salvados, al igual que
los gentiles, reciben la advertencia de no «caer» de la obra iluminadora y
regeneradora del Espíritu (He. 6:4-9). Se advierte a los judíos no espirituales
que ellos no serán recibidos en el reino venidero (Mt. 25:1-13). Se advierte a
los gentiles, grupo opuesto a Israel como grupo, del peligro de perder por su
incredulidad el lugar de bendición que tienen en la era actual (Ro. 11:21).
4.
Algunos pasajes hablan de recompensas y no de la salvación. Una persona que es salva
y que está segura en Cristo puede perder su recompensa (1 Co. 3:15; Col. 1:21- 23)
y recibir una reprobación en cuanto al servicio a Cristo (1 Co.9:27).
5. Un
cristiano genuino también puede perder su comunión con Dios a causa del pecado
(1 Jn. 1:6) y ser privado de alguno de los beneficios presentes del creyente, tales
como el de tener el fruto del Espíritu (Ga. 5:22-23) y el de disfrutar de la satisfacción
de un servicio cristiano efectivo.
6. A
causa de su descarrío, un creyente verdadero puede ser castigado o disciplinado
así como un niño es disciplinado por su padre (Jn. 15:2; 1 Co. 11:29-32; 1 Jn.
5:16), y podría llegar al punto de quitarle la vida física. Sin embargo, este castigo
no es evidencia de falta de salvación, antes al contrario, es evidencia de que
es hijo de Dios que está siendo tratado como tal por su Padre Celestial.
7. Según
las Escrituras, también es posible que un creyente esté «caído de la gracia» (Ga.
5:1-4). Debidamente interpretado, esto no se refiere a que un cristiano pierda
la salvación, sino a la caída de una situación de gracia en la vida y la
pérdida de la verdadera libertad que tiene en Cristo por haber regresado a la
esclavitud del legalismo. Esta caída es de un nivel de vida, no de la obra de
la salvación.
8. Muchas
de las dificultades tienen relación con pasajes tomados fuera de su contexto,
especialmente en pasajes que se relacionan con otra dispensación. El Antiguo
Testamento no da una clara visión de la seguridad eterna, aunque puede
suponerse sobre la base de la enseñanza del Nuevo Testamento que un santo del Antiguo
Testamento que era verdaderamente nacido de nuevo estaba tan seguro como un
creyente de la era actual. Sin embargo, los pasajes que se refieren a una dispensación
pasada o futura deben ser interpretados en su contexto, tal como Ezequiel
33:7-8, y pasajes de gran importancia como Deuteronomio 28, que tratan de las
bendiciones y maldiciones que vendrán a Israel por Ia obediencia o desobediencia
de la ley. Otros pasajes se refieren a maestros falsos y no regenerados de los
últimos días (1 Ti. 4:1-2; 2 P. 2:1-22; Jud. 17-19), que son personas que
aunque han hecho una profesión de ser cristianos, jamás han llegado a tener la
salvación.
9. Un
cierto número de pasajes presentados en apoyo de la inseguridad han sido sencillamente
mal interpretados, como Mateo 24:13: «El que persevere hasta el fin, éste será
salvo.» Esto se refiere no a la salvación de la culpa y el poder del pecado, sino
a la liberación de los enemigos y de la persecución. Este versículo se refiere
a los que sobreviven de la tribulación y son rescatados por Jesucristo en su
segunda venida. La Escritura enseña claramente que muchos creyentes verdaderos
morirán como mártires antes de la venida de Cristo y no permanecerán, o
sobrevivirán hasta que Cristo vuelva (Ap. 7:14). Este pasaje ilustra cómo puede
dársele aplicaciones equivocadas a un versículo en relación con la cuestión de
la seguridad e inseguridad.
10. La
respuesta final a la cuestión de la seguridad o inseguridad del creyente está
en la respuesta a la pregunta «¿quién realiza la obra de salvación?». El
concepto de que el creyente una vez salvado es siempre salvo está basado sobre
el principio de que la salvación es obra de Dios y no descansa en mérito alguno
del creyente y no se conserva por ningún esfuerzo del creyente. Si el hombre
fuera el autor de la salvación, ésta sería insegura. Pero siendo la obra de
Dios, es segura.
La
sólida base bíblica para creer que una persona salvada es siempre salva está apoyada
por lo menos por doce argumentos importantes. Cuatro se refieren a la obra del
Padre, cuatro a la del Hijo y cuatro a la del Espíritu Santo.
B. LA OBRA DEL PADRE EN LA
SALVACIÓN
1. La
Escritura revela la soberana promesa de Dios, que es incondicional y promete salvación
eterna a todo aquel que cree en Cristo (Jn. 3:16; 5:24; 6:37). Obviamente Dios
puede cumplir lo que promete, y su voluntad inmutable se revela en Ro. 8:29- 30.
2. El
poder infinito de Dios puede salvar y guardar eternamente (Jn. 10:29; Ro. 4:21;
8:31,
38-39; 14:4; Ef. 1: 19- 21; 3: 20; Fil. 3:21; 2 Ti. 1: 12; He. 7: 25; Jud. 24).
Es
claro que Dios no solamente tiene fidelidad para el cumplimiento de sus
promesas, sino el poder de realizar todo lo que se propone hacer. Las
Escrituras revelan que Él quiere la salvación de los que creen en Cristo.
3. El
amor infinito de Dios no solamente explica el propósito eterno de Dios, sino
que asegura que su propósito se cumplirá (Jn. 3:16; Ro. 5:7-10; Ef. 1:4). En Romanos
5:8-11 se dice que el amor de Dios por los salvados es mayor que su amor por
los no salvos, y esto asegura su seguridad eterna. El argumento es sencillo: si
amó tanto a los hombres que dio a su Hijo y lo entregó a la muerte por ellos
cuando eran «pecadores» y «enemigos», los amará mucho más cuando por su gracia
redentora sean justificados delante de sus ojos y sean reconciliados con Él. El
sobreabundante amor de Dios por los que ha redimido a un costo infinito es suficiente
garantía de que no permitirá jamás que sean arrebatados de su mano sin que
todos los recursos de su poder infinito se hayan agotado (Jn. 10: 28-29); y,
por descontado, el infinito poder de Dios jamás puede agotarse. La promesa del
Padre, el infinito poder del Padre y el amor infinito del Padre hacen imposible
que una persona que se haya entregado a Dios el Padre por la fe en Jesucristo
pierda la salvación que Dios opero en su vida.
4. La
justicia de Dios también garantiza la seguridad eterna de quienes han con fiado
en Cristo porque las demandas de la justicia divina han sido completamente satisfechas
por la muerte de Cristo, porque El murió por los pecados de todo el mundo (1
Jn. 2:2). Al perdonar el pecado y prometer la salvación eterna, Dios esta actuando
sobre una base perfectamente justa.
Al
salvar al pecador, Dios no lo hace sobre la base de la lenidad y es
perfectamente justo al perdonar no solamente a los del Antiguo Testamento que
vivieron antes de la cruz de Cristo, sino a todos los que vivan después de la
cruz de Cristo (Ro. 3:25-26). Consecuentemente, no se puede dudar de la
seguridad eterna del creyente sin poner en tela de juicio la justicia de Dios.
Así tenemos que se combinan su fidelidad a sus promesas, su poder infinito, su amor
infinito y su justicia infinita, para dar al creyente la absoluta seguridad de
su salvación.
C. LA OBRA DEL HIJO
1. La
muerte vicaria de Jesucristo en la cruz es garantía absoluta de la seguridad
del creyente. La muerte de Cristo es la respuesta suficiente al poder
condenatorio del pecado (Ro 8:34). Cuando se alega que el salvado puede
perderse nuevamente, generalmente se hace sobre la base de algún posible
pecado. Esta suposición necesariamente procede del supuesto de que Cristo no
llevo todos los pecados que el creyente cometa, y que Dios, habiendo salvado un
alma, puede verse sorprendido y desengañado por un pecado inesperado cometido
después de la salvación. Por el contrario, la omnisciencia de Dios es perfecta.
El conoce de antemano todo pecado o pensamiento secreto que pueda oscurecer la
vida de un hijo suyo, y la sangre expiatoria y suficiente de Cristo fue
derramada por aquellos pecados y Dios ha sido propiciado por la sangre (1 Jn.
2:2). Gracias a la sangre, que alcanza para los pecados de los salvados y no
salvados, Dios está en libertad de continuar su gracia salvadora hacia los que
no tienen méritos. El los guarda para siempre, no por amor a ellos solamente,
sino para satisfacer su propio amor y manifestar su propia gracia (Ro. 5:8; Ef.
2:7-10). Toda condenación es quitada para siempre por el hecho de que la
salvación y la preservación dependen solamente del sacrificio y los méritos del
Hijo de Dios (Jn.3:18; 5:24; Ro. 8:1; 1 Co. 11:31-32).
2. La
resurrección de Cristo, cono sello de Dios sobre la muerte de Cristo, garantiza
la resurrección y la vida de los creyentes (Jn. 3:16; 10:28; Ef. 2:6). Dos
hechos vitales conectados con la resurrección de Cristo hacen que la seguridad
eterna del creyente sea cierta. El don de Dios es vida eterna (Ro. 6:23), y
esta vida es la vida de Cristo resucitado (Col. 2:12; 3:1). Esta vida es eterna
como Cristo es eterno y no se puede disolver ni destruir así como Cristo no
puede disolverse ni destruirse. El hijo de Dios también es hecho parte de la
nueva creación en la resurrección de Cristo por el bautismo del Espíritu y la
recepción de la vida eterna. Como objeto soberano de la obra creativa de Dios,
la criatura no puede hacer que el proceso de creación vuelva atrás, y por
cuanto está en Cristo como el último Adán, no puede caer, porque Cristo no
puede caer. Aunque son evidentes los fracasos en la vida y experiencia
cristiana, éstos no afectan la posición del creyente en Cristo que es santo
merced a la gracia de Dios y a la muerte y resurrección de Cristo.
3. La
obra de Cristo como nuestro abogado en los cielos también garantiza nuestra seguridad
eterna (Ro. 8:34; He. 9:24; 1 Jn. 2:1). En su obra de abogado o representante
legal del creyente, Cristo invoca la suficiencia de su obra en la cruz como
base para la propiciación, o satisfacción de todas las demandas de Dios al pecador,
y así efectuar la reconciliación del pecador con Dios por medio de Jesucristo.
Dado que la obra de Cristo es perfecta, el creyente verdadero puede descansar
en la seguridad de la perfección de la obra de Cristo presentada por El mismo
como representante del creyente en el cielo.
4. La
obra de Cristo como nuestro intercesor suplementa y confirma su obra como abogado
nuestro (Jn. 17:1-26; Ro. 8:34; He. 7:23-25). El ministerio actual de Cristo en
la gloria tiene que ver con la seguridad eterna de los que en la tierra son
salvos. Cristo, al mismo tiempo, intercede y es nuestro abogado. Como
intercesor, tiene en cuenta la debilidad, la ignorancia y la inmadurez del
creyente, cosas acerca de las cuales no hay culpa. En este ministerio Cristo no
solamente ora por los suyos que están en el mundo y por todas sus necesidades
(Lc. 22:31- 32; Jn. 17:9, 15, 20; Ro. 8:34), sino que, sobre la base de su
propia suficiencia en su sacerdocio inmutable, garantiza que serán conservados
salvos para siempre (Jn. 14:19; Ro. 5:10; He. 7:25).
Tomada
como un todo, la obra de Cristo en su muerte, resurrección, abogacía e intercesión
proporciona una seguridad absoluta para quien está de este modo representado
por Cristo en la cruz y en el cielo. Si la salvación es una obra de Dios para
el hombre y no una obra del hombre para Dios, su resultado es cierto y seguro y
se cumplirá la promesa de Juan 5:24 de que el creyente no <<vendrá a
condenación’.
D. OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
1. La
obra de regeneración o nuevo nacimiento en que el creyente es hecho participe de
la naturaleza divina es un proceso irreversible y obra de Dios (Jn. 1:13;
3:3-6; Tit. 3: 4-6; 1 P. 1:23; 2 P. 1:4; 1 Jn. 3:9). Así como no hay reversión
para el proceso de creación, no puede haber reversión para el proceso del nuevo
nacimiento. Por cuanto es una obra de Dios y no del hombre, y se realiza
completamente sobre el principio de la gracia, no hay una base justa o razón
por la que no deba continuar para siempre.
2. La
presencia interior del Espíritu en el creyente es una posesión permanente del creyente
durante La edad presente (Jn. 7:37-39; Ro. 5:5; 8:9; 1 Co. 2:12; 6:19; 1 Jn. 2:27).
En las épocas anteriores a Pentecostés no todos los creyentes poseían el Espíritu
en su interior aun cuando estaban seguros de su salvación; sin embargo, en la era
actual el hecho de que el cuerpo del creyente, aunque sea pecador y corrupto,
es templo de Dios, se constituye en otra evidencia confirmatoria del inmutable propósito
de Dios de acabar lo que comenzó al salvar al creyente. Aunque el Espíritu pueda
ser contristado por pecados no confesados (Ef. 4:30) y pueda ser apagado en el sentido
de ser resistido (1 Ts. 5:19), jamás se insinúa que estos actos causen la pérdida
de la salvación en el creyente. Antes bien, ocurre que el mismo hecho de la salvación
y de la presencia continua del Espíritu Santo en el corazón se constituye en la
base para el llamado a volver a caminar en comunión y conformidad con la voluntad
de Dios.
3. La
obra del Espíritu en el bautismo, por La cual el creyente es unido a Cristo y
al cuerpo de Cristo eternamente, es otra evidencia de la seguridad. Por el
ministerio bautismal del Espíritu, el creyente es unido al cuerpo del cual
Cristo es la Cabeza (1 Co. 6:17; 12:13; Ga. 3:27) y, por lo tanto, se dice que
está en Cristo. Estar en Cristo constituye una unión que es a la vez vital y
permanente. En aquella unión las cosas viejas “posición y relaciones que eran
base de la condenación” pasaron, y todas las posiciones y relaciones se han
hecho nuevas y son de Dios (2 Co. 5:17, 18). Al ser aceptado para siempre en el
amado, el hijo de Dios está tan seguro como aquél en quien está, y en quien
permanece.
4. La
presencia del Espíritu Santo en el creyente se dice que es el sello de Dios que
durará hasta el día de la redención, el día de La traslación o resurrección del
creyente (2 Co. 1:22; Ef. 1:13-14; 4:30). El sello del Espíritu Santo es obra
de Dios y representa la salvación y seguridad de la persona así sellada hasta
que Dios complete su propósito de presentar al creyente perfecto en el cielo;
por lo tanto, es otra evidencia de que una vez salvado el creyente es siempre
salvo.
Tomada
como un todo, la seguridad eterna del creyente descansa sobre la naturaleza de
la salvación. Es obra de Dios, no. obra de hombres. Descansa en el poder y la fidelidad
de Dios, no en la fortaleza y fidelidad del hombre. Si la salvación fuera por obras,
o si la salvación fuera una recompensa por la fe como una buena obra, seria comprensible
que se pusiera en dudas la seguridad del hombre. Pero, puesto que descansa
sobre la gracia, y las promesas de Dios, el creyente puede estar confiado en su
seguridad y, con Pablo, estar «persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros
la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1:6).
Entonces
se puede concluir, de este gran cuerpo de verdad, que el propósito eterno de
Dios, que es para preservación de los suyos, no podrá jamás ser derrotado. Con este
fin ha previsto cualquier obstáculo posible. El pecado, que podría producir, separación,
ha sido llevado por un sustituto que, con el fin de que el creyente sea guardado,
invoca la eficacia de su muerte ante el trono de Dios. La voluntad del creyente
queda bajo el control divino (Fil. 2:13), y toda prueba o tentación es templada
por la infinita gracia y sabiduría de Dios (1 Co. 10:13).
No se
puede enfatizar con suficiente fuerza que, aunque en este capítulo se han tratado
la salvación y la preservación en la salvación como empresas divinas separadas,
como una adaptación a la forma usual de hablar, la Biblia no hace tal distinción.
Según las Escrituras, no hay salvación propuesta, ofrecida a emprendida baja la
gracia, que no sea infinitamente perfecta y permanezca para siempre.
PREGUNTAS-
1. ¿Por
qué es importante para el creyente la cuestión de la seguridad eterna?
2.
¿Cuáles son las posiciones opuestas del calvinismo y el arminianismo en la
cuestión de la seguridad eterna?
3.
Aproximadamente, ¿cuántos pasajes presentan los arminianos diciendo que enseñan
la doctrina de la seguridad condicional?
4. ¿Al
estudiar estos pasajes, ¿cuál es la pregunta más importante?
5. ¿En
qué están de acuerdo todas las partes en la cuestión de la seguridad?
6. ¿Hay
dudas en la mente de Dios acerca de quiénes son salvos?
7. ¿Es
cierto que la fe superficial no basta para salvarse?
8. ¿Como
evalúa los diversos pasajes citados en oposición a la seguridad eterna y que presentan
las obras humanas coma evidencia de la salvación?
9. ¿Deben
considerarse las advertencias contra una fe superficial como advertencias contra
la posibilidad de perder la salvación?
10. ¿Es
posible que un cristiano pierda su recompensa en el cielo y aún sea salvo?
11. ¿Es
posible que un cristiano genuino pierda la comunión con Dios y todavía sea salvo?
12. ¿Es
posible que un creyente verdadero sea castigado a disciplinado y todavía sea salvo?
13. ¿Como
explica usted la expresión «caer de la gracia» en relación con la salvación cristiana?
14. ¿Por
qué hay dificultad en pasajes del Antiguo Testamento en la cuestión de la seguridad
eterna?
15. ¿Cómo
explica usted Mateo 24:13?
16. ¿Por
qué la seguridad a inseguridad dependen de la pregunta «¿Quién realiza la obra
de salvación?»
17.
¿Cuáles son las cuatro obras del Padre que apoyan la seguridad eterna?
18. ¿Por
qué las obras de Dios Padre en la salvación por sí solas garantizan la seguridad
eterna?
19.
¿Cuáles son las cuatro obras de Dios el Hijo que apoyan la doctrina de la seguridad
eterna?
20. ¿Cómo
se relaciona la muerte de Cristo con la seguridad eterna?
21. ¿Cómo
se relaciona la resurrección de Cristo con la seguridad eterna?
22. ¿Cómo
se relacionan las obras de Cristo coma intercesor y abogado con la seguridad
eterna?
23.
¿Cuáles son las cuatro obras del Espíritu Santo en relación con la seguridad eterna?
24. ¿Es el
nuevo nacimiento un proceso reversible?
25.
¿Existe el caso de alguien que haya nacido de nuevo más de una vez en las Escrituras?
26. ¿Como
se relaciona la presencia interior permanente del Espíritu con la seguridad eterna?
27. ¿Puede
perder el Espíritu un creyente de la era actual?
28. ¿Qué
se consigue por obra del Espíritu en el bautismo en relación con la seguridad?
29. ¿En
qué forma es una promesa de seguridad la promesa del Espíritu como sello hasta
el día de la redención?
30.
¿Resumir las razones para que la seguridad eterna descansa sobre la naturaleza
de la salvación coma obra de Dios?
31. ¿En
qué forma incluye el aspecto de la seguridad del creyente la naturaleza de la salvación?