El problema de cómo el pecado entró en el universo es un asunto en el cual cada sistema encuentra obstáculos. Sin embargo, solamente la Biblia provee una explicación razonable. Como fue visto en el estudio previo de los ángeles, el pecado entró primeramente en el universo en la rebelión de algunos de los santos ángeles guiados por Satanás, lo cual ocurrió bastante antes de que el hombre fuera creado. Los primeros capítulos del Génesis registran la caída en el pecado por Adán y Eva. Las varias interpretaciones de este hecho nos llevan a considerarlo un evento literal que explica la pecaminosidad de la raza humana o al intento de explicarlo como algo no histórico o como un mito. La interpretación ortodoxa, sin embargo, es que el acontecimiento tuvo lugar exactamente como se registra en la Escritura, y ésta es la manera en que se relata en el resto de la Biblia.
La
caída del hombre en pecado puede considerarse desde tres aspectos:
1) Adán antes de la caída,
2) Adán después de la caída,
y:
3) el efecto de la caída de
Adán sobre la raza humana.
A. ADÁN ANTES DE LA CAÍDA.
En
palabras de peculiar sencillez, la Biblia introduce en la historia al primer
hombre y a la mujer que le fue dada por compañera. Estos dos seres fueron
unidos como «una sola carne», y según el concepto divino esto es lo que
constituye la verdadera unidad.
Aunque
tanto el hombre como la mujer pecaron y cayeron, la Biblia se refiere a este fracaso
mutuo como a la caída del hombre.
No es
posible hacer cálculos en cuanto a la extensión del período durante el cual
Adán y Eva permanecieron en su condición original; sin embargo, es evidente que
fue un tiempo suficiente como para que pudieran acostumbrarse a la situación en
que habían sido colocados, para observar con cuidado y darle nombre a las
criaturas vivientes y experimentar la comunión con Dios. Semejante a todas las
obras de Dios, el hombre fue creado «bueno en gran manera» (Gn. 1:31), que
significa que él era agradable al Creador. Esto implica más que Adán era
inocente, siendo este último término de carácter negativo y sugiriendo
simplemente que el primer hombre no había cometido pecado. La santidad, que es
el principal atributo de Dios, es un término positivo e indica que El es
incapaz de pecar.
El
hombre, dado que fue hecho a la imagen de Dios, tenía una personalidad completa
y la capacidad moral de tomar decisiones. En contraste con Dios quien no puede
pecar, tanto los hombres como los ángeles podían pecar. Como fue visto en el
estudio anterior sobre los ángeles, Satanás pecó (Is. 14: 12-14; Ez. 28:15), y
tras él fueron otros ángeles, de quienes se ha escrito que «no guardaron su
original estado (Jud. 6, V.M.).
Debido
al hecho de que Satanás y los ángeles caídos pecaron primero, el hombre no originó
el pecado, pero se convirtió en un pecador debido a la influencia satánica (Gn.
3:4-7).
El
relato de cómo pecaron Adán y Eva está revelado en Génesis 3:1-6. De acuerdo a esto,
Satanás apareció en la forma de una serpiente, una criatura la cual en ese
tiempo era un animal muy hermoso y atractivo. Como lo registra la Biblia, Dios
había dado a Adán y Eva una prohibición: ellos no deberían comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal. De acuerdo a Génesis 2: 17, Dios dijo: «Mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás.»
Esta
prohibición relativamente simple era una prueba para ver si Adán y Eva obedecerían
a Dios.
En su
conversación con Eva, Satanás introdujo esta prohibición diciéndole a Eva: «¿Conque
Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» (Gn. 3:1). Lo que quiso
implicar era que Dios estaba escondiendo algo que era bueno y que El estaba siendo
muy severo innecesariamente en su prohibición. Eva le contestó a la serpiente: «Del
fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que
está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que
no muráis» (Gn. 3: 2-3).
En su
respuesta Eva cayó en la trampa de Satanás al dejar fuera la palabra «libremente»
en el permiso de Dios de comer de los árboles del huerto, y también ella dejó
fuera la palabra «seguramente» en la advertencia de Dios. La tendencia natural del
hombre de minimizar la bondad de Dios y de magnificar su severidad son, desde entonces,
características familiares de la experiencia humana. Satanás inmediatamente se
aferró de la omisión de la palabra «seguramente» en cuanto al castigo y le dijo
a la mujer: «No moriréis: sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Gn. 3:4-5).
En su
conversación con la mujer, Satanás se revela como el engañador. La seguridad del
castigo se desafía directamente y se niega así expresamente la Palabra de Dios.
El
hecho de que comiendo del fruto sus ojos serían abiertos al conocimiento del
bien y del mal era verdad, pero lo que Satanás no reveló fue que ellos tendrían
el poder de conocer el bien y el mal sin el poder de hacer el bien.
De
acuerdo a Génesis 3:6, la caída de Adán y Eva en el pecado está registrada así:
«y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los
ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y
comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.» Si Satanás le
sugirió esto a la mujer o si ella llegó a estas conclusiones por sí misma no lo
dice la Escritura.
Sin
embargo, se nota aquí el modelo familiar de la tentación en tres líneas
indicadas en 1 Juan 2:16: el hecho de que el fruto era bueno para comer apeló a
la «concupiscencia de la carne»; el hecho de que era «agradable a los ojos»
apeló a la «concupiscencia de los ojos»; y el poder del fruto del árbol de
hacerlos sabios apeló a la «vanagloria de la vida». Un ejemplo similar de
tentación fue seguido por Satanás en la tentación de Cristo (Mt. 4:1-11; Mr.
1:12-13; Lc. 4:1-13).
Eva fue
engañada en tomar del fruto, y Adán siguió su ejemplo aunque él no fue engañado
(1 Ti. 2:14).
B. ADÁN DESPUÉS DE LA
CAÍDA.
Cuando Adán y
Eva pecaron perdieron
su bendito
estado en el cual ambos habían sido creados y vinieron a ser objeto de varios
cambios trascendentales.
1. El hombre cayó bajo el dominio de la
muerte espiritual y física. Dios había dicho: «Porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás» (Gn. 2:17); y esta divina sentencia se cumplió.
Adán y Eva sufrieron inmediatamente la muerte espiritual, que significa
separación de Dios. Y a su debido tiempo sufrieron también el castigo de la muerte
física, que significa el acto por el cual el alma se separa del cuerpo.
2. El juicio de Dios también cayó
sobre Satanás, y la serpiente fue condenada a arrastrarse en el suelo (Gn.
3:14) La lucha entre Dios y Satanás se describe en Génesis 3:15
en lo que se relaciona con la raza humana, y Dios dice: «y pondré enemistad
entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la
cabeza, y tú le herirás en el calcañar.» Esto se refiere al
conflicto entre Cristo y Satanás, en el cual Cristo murió en la cruz, pero no
pudo ser retenido por la muerte, como se anticipó en la expresión «Tú le
herirás en el calcañar». Sin embargo, la última derrota de Satanás está
indicada en el hecho de que la simiente de la mujer le «herirá en la cabeza»,
esto es, infringirle una herida mortal y permanente. La simiente de la mujer se
refiere a Jesucristo, quien en su muerte y resurrección conquistó y venció a
Satanás.
3. Un juicio especial también cayó
sobre Eva, la cual experimentaría dolor al dar a luz sus hijos y se debería de
someter a su esposo (Gn. 3:16). El hecho de que se produciría la muerte haría
necesario que se produjeran múltiples nacimientos.
4. Una maldición especial cayó
sobre Adán, al cual le fue asignada la dura labor de trabajar la tierra, ahora
maldita con espinos y cardos, para obtener la comida necesaria para su continua
existencia. De acuerdo con esto, la misma creación sería cambiada por el pecado
del hombre (Ro. 8:22).
Más
adelante la Escritura indica cómo los efectos del pecado serían parcialmente aliviados
por medio de la salvación en el caso del hombre y por un levantamiento parcial
de la maldición en el futuro reino milenial. Adán y Eva, sin embargo, después de
la caída fueron conducidos fuera del huerto y comenzaron a experimentar el
dolor y la lucha que han caracterizado a la raza humana desde entonces.
C. EL EFECTO DE LA CAÍDA DE
ADÁN SOBRE TODO EL GÉNERO HUMANO.
El
efecto inmediato del pecado sobre Adán y Eva fue que éstos murieron espiritualmente
y llegaron a estar sujetos a la muerte espiritual. Su naturaleza se depravó y,
por tanto, la raza humana experimentaría la esclavitud del pecado. Además del
cambio de la suerte del hombre y su ambiente, la Biblia también revela una profunda
doctrina de imputación, que pone de relieve la verdad que Dios ahora acusó a Adán
con pecado y, como resultado, acusó a sus descendientes con la responsabilidad del
primer pecado de Adán.
Las
Escrituras mencionan tres grandes imputaciones:
1) El
pecado de Adán es imputado a su posteridad (Ro. 5: 12- 14)
2) el
pecado del hombre es imputado a Cristo (2 Co. 5: 21) ; y:
3) la
justicia de Dios imputada a los que creen en Cristo (Gn. 15:6; Sal. 32:2; Ro. 3:22;
4: 3, 8, 21-25; 2 Co. 5:21; Flm. 17-18).
Es
obvio que se efectuó un traspaso de carácter judicial del pecado del hombre a Cristo,
quien llevó sobre su cuerpo en el madero el pecado del género humano. «Mas Jehová
cargó en El el pecado de todos nosotros» (Is. 53:5; Jn. 1:29; 1 P. 2: 24; 3:
18).
De
igual manera hay un traspaso de carácter judicial de la justicia de Dios al
creyente (2 Co. 5:21), puesto que no podía haber otro fundamento de
justificación o aceptación delante de Dios. Esta imputación pertenece a la
nueva relación espiritual que el creyente disfruta con Dios en la esfera de la
nueva creación.
Estando
unidos al Señor por el bautismo del Espíritu (1 Co. 6:17; 12:13; 2 Co. 5:17;
Gá. 3:27), y vitalmente relacionados con Cristo como un miembro de su cuerpo
(Ef. 5:30), se sigue que cada virtud de Cristo es comunicada a los que han
llegado a ser una parte orgánica de El. El creyente está «en Cristo» y, por
consiguiente, participa de todo lo que Cristo es.
Así,
también los hechos de la antigua creación son traspasados de manera real a aquellos
que por generación natural están «en Adán». Ellos poseen la misma naturaleza de
Adán, y se dice, además, que ellos han pecado en él. Esto es un hecho tan real
que llega a ser en sí mismo la base suficiente del juicio divino decretado en
contra del pecado; al igual que la imputación de la justicia de Dios en Cristo
es el fundamento satisfactorio para la justificación. Y el resultado es el
juicio de Dios sobre todos los hombres, ya sea que ellos hayan pecado o no
según la transgresión de Adán.
A pesar
de que los hombres sostengan, como generalmente lo hacen, que ellos no son responsables
del pecado de Adán, la revelación divina afirma que, debido a los efectos trascendentales
de la relación representativa que todos los seres humanos tienen con Adán, el
pecado original del primer hombre es inmediata y directamente imputado a todos
los miembros de la raza, con la invariable sentencia de muerte descansando sobre
todos ellos (Ro. 5:12-14). De igual manera, el pecado original de Adán es transmitido
en la forma de naturaleza pecaminosa indirectamente, o sea, por herencia, de
padre a hijo, a través de todas las generaciones. El efecto de la caída es
universal; así también lo es la oferta de la divina gracia.
La
caída de los hombres no se efectúa cuando cometen su primer pecado; ellos han nacido
ya en pecado, como criaturas caídas, procedentes de Adán. Los hombres no se convierten
en pecadores por medio de la práctica del pecado, sino que ellos pecan debido a
que por naturaleza son pecadores. Ningún niño necesita que se le enseñe a pecar,
pero cada niño tiene que ser estimulado a realizar el bien.
Debe
observarse que, no obstante que la caída de Adán pesa sobre toda la Humanidad, es
evidente que hay una provisión divina para los infantes y para todos aquellos
que no tienen responsabilidad moral.
Los
santos juicios de Dios tienen que caer sobre todos los pecadores no redimidos:
1) por causa del pecado
imputado;
2) por causa de la naturaleza
pecaminosa que todos han heredado;
3) por causa de que todos
están bajo pecado; y:
4) por causa de sus propios
pecados.
Si bien
es cierto que estos juicios divinos no pueden atenuarse, el pecador puede escapar
de ellos por medio de Cristo. Estas son las buenas nuevas del Evangelio.
La pena
que descansa sobre la antigua creación es:
1) muerte
física, por la cual el alma se separa del cuerpo;
2) muerte
espiritual, la cual, semejante a la de Adán, es el estado presente de los
perdidos y la separación entre el alma y Dios (Ef. 2:1; 4:18-19); y:
3) la
segunda muerte, o sea, la eterna separación entre el alma y Dios y la expulsión
de los perdidos de la presencia de El para siempre (Ap. 2:11; 20:6,14; 21:8).
PREGUNTAS.
1. ¿Cómo
explica la Biblia el origen del pecado en el universo y en el género humano?
2. ¿Cuál
era el estado del hombre antes que pecara?
3. ¿Cómo
tentó Satanás a Eva?
4. ¿Cómo
relató Eva falsamente la prohibición de Dios?
5. ¿Cómo
mintió Satanás a Eva y negó expresamente la Palabra de Dios?
6. ¿Cómo
Satanás disfrazó lo apetecible del poder del conocimiento del bien y del mal?
7. ¿Cómo
indica 1 Juan 2:16 las tres líneas de la tentación?
8. ¿Cuál
fue el efecto sobre Adán y Eva después que ellos hubieron pecado?
9. ¿Cuál
fue el efecto sobre Satanás y la serpiente después que Adán y Eva pecaron?
10. ¿Cuál
fue el efecto sobre los descendientes de Adán y Eva por el pecado de Adán?
11.
Mencionar las tres imputaciones presentadas en las Escrituras.
12. ¿Por
qué es verdad que el hombre no se vuelve pecador pecando?
13. ¿Por
qué los santos juicios de Dios están sobre los hombres que están fuera de Cristo?
14. ¿Cuál
es la pena que está sobre la vieja creación?
15. ¿Por
qué la salvación en Cristo es la única esperanza para el hombre en su estado caído?