Siendo al mismo tiempo perfectamente humano y perfectamente divino, el Señor Jesucristo es semejante y a la vez distinto a los hijos de los hombres. Las Escrituras son muy claras respecto a la semejanza de Él con los humanos (Jn. 1:14; 1 Ti. 3:16; He. 2:14-17), y lo presentan como a un hombre que nació, vivió, sufrió y murió entre los hombres. Pero de igual manera la Biblia enseña que Él es diferente a nosotros, no solamente en el carácter impecable de su vida terrenal, en su muerte vicaria y en su gloriosa resurrección y ascensión, sino también en el hecho maravilloso de su preexistencia eterna.
En
cuanto a su humanidad, Él tuvo principio, pues fue concebido por el poder del Espíritu
Santo y nació de una virgen. En cuanto a su divinidad, Él no tuvo principio, pues
ha existido desde la eternidad. En Isaías 9:6 leemos: «Porque un niño nos es nacido,
hijo nos es dado.» La distinción es obvia entre el niño que nació y el Hijo que
nos es dado.
Así
también en Gálatas 4:4 se declara: «Cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley.» El que existía
desde la eternidad, llegó a ser, en la plenitud del tiempo, «nacido (la
descendencia) de mujer».
Declarando
que Cristo fue preexistente, meramente se afirma que Él existió antes de que se
hubiera encarnado, puesto que todos los propósitos también afirman que Él existía
desde toda la eternidad pasada. La idea de que Él era preexistente sólo en el sentido
de ser el primero de todos los seres creados (la así llamada herejía arriana
del siglo IV) no es una enseñanza moderna. Así las pruebas de su preexistencia
y las pruebas para su eternidad pueden ser agrupadas juntas. Es también
evidente que si Cristo es Dios, Él es eterno, y si Él es eterno, Él es Dios, y
las pruebas para la deidad de Cristo y su eternidad se sostienen unas a otras.
La
eternidad y deidad de Jesús es establecida por dos líneas de revelación: 1ª.) Declaraciones
directas, y 2ª.) Implicaciones de la Escritura.
A. DECLARACIONES DIRECTAS
DE LA ETERNIDAD Y DEIDAD DEL HIJO DE DIOS
La
eternidad y deidad de Jesucristo están sostenidas en una vasta área de la
Escritura, la cual afirma su infinita Persona y su existencia eterna igual con
las otras Personas de la Trinidad. Este hecho no es afectado por su
encarnación.
La
Escritura declara en Juan 1:1-2: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era
con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.» De acuerdo a
Miqueas 5:2: «pero tú, Belén Efrata, pequeño para estar entre las familias de
Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el
principio, desde los días de la eternidad.» Isaías 7:14 afirma su nacimiento
virginal y le da el nombre de Emanuel, lo cual significa «Dios con nosotros».
De acuerdo a Isaías 9:6-7, aunque Jesús fue un niño nacido, Él fue también dado
como un Hijo y es llamado específicamente «el Dios fuerte». Cuando Cristo
declaró en Juan 8:58:
«De
cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy», los judíos
entendieron que esto era una afirmación de la deidad y la eternidad (cf. Ex.
3:14; Is. 43:13). En Juan 17:5, Cristo, en su oración, declaró: «Ahora, pues,
Padre, glorifícame tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes
que el mundo fuese» (cf. Jn. 13:3).
Filipenses
2:6-7 dice que Cristo fue «en forma de Dios» antes de su encarnación. Una declaración
más explícita se hace en Colosenses 1:15-19, donde se declara que Jesucristo
es, antes de toda la creación, el Creador mismo, y la imagen exacta del Dios invisible.
En 1 Timoteo 3:16 se declara a Jesucristo como «Dios manifestado en carne». En
Hebreos 1:2-3 el hecho de que el, Hijo es el Creador y la exacta imagen de
Dios se
declara nuevamente, y su eternidad se afirma en 13:8 (cf. Ef. 1:4; Ap. 1:11).
La Escritura declara muy a menudo que Cristo es eterno y que Él es Dios. La
educación contemporánea, la cual acepta la Biblia como la autoridad
irresistible con excepción de algunas sectas-, afirma la eternidad y deidad de
Cristo.
B. IMPLICACIONES DE QUE EL
HIJO DE DIOS ES ETERNO
La
Palabra de Dios constante y consistentemente implica la preexistencia y
eternidad del Señor Jesucristo. Entre las pruebas obvias de este hecho pueden
resaltarse varias:
1. Las obras de la creación son
adjudicadas a Cristo (Jn. 1:3; Col. 1:16; He. 1:10). Por lo tanto, Él antecede
a toda la creación.
2. El Ángel de Jehová, cuya
apariencia se recuerda a menudo en el Antiguo Testamento, no es otro que el
Señor Jesucristo. Aunque
Él aparece algunas veces como un ángel o aun como un hombre, Él lleva las
marcas de la deidad. Él apareció a Agar (Gn. 16:7), a Abraham (Gn. 18:1;
22:11-12; véase Jn. 8:58), a Jacob (Gn. 48:15-16; véase también Gn. 31:11-13;
32:2432), a Moisés (Ex. 3:2, 14), a Josué (Jos. 5:13-14) y a Manoa (Jue.
13:19-22). Él es quien lucha por los suyos y los defiende (2 R. 19:35; 1 Cr. 21:15-16;
Sal. 34:7; Zac. 14:1-4).
3. Los títulos adjudicados al
Señor Jesucristo indican la eternidad de su Ser. Él es precisamente
lo que sus nombres sugieren. Él es «el Alfa y Omega», «el Cristo», «Admirable»,
«Consejero», «Dios fuerte», «Padre eterno», «Dios», «Dios con nosotros», el
«gran Dios y Salvador» y «Dios bendito para siempre». Estos títulos identifican
al Señor Jesucristo con la revelación del Antiguo Testamento acerca de
Jehová-Dios (compárese Mt. 1:23 con Is. 7:14; Mt. 4:7 con Dt. 6:16; Mr. 5:19
con Sal. 66:16, y Sal. 110:1 con Mt. 22:42-45). Además, los nombres que el
Nuevo Testamento le da al Hijo de Dios se hallan íntimamente relacionados con
los títulos del Padre y del Espíritu, lo que indica que Cristo está en un plano
de igualdad con la Primera y la Tercera Personas de la Trinidad (Mt.
28:19; Hch. 2:38; 1 Co. 1:3; 2 Co. 13:14; Jn. 14:1; 17:3; Ef. 6:23; Ap. 20:6;
22:3), y
explícitamente Él es llamado Dios (Ro. 9:5; Jn. 1:1; Tít. 2:13; He. 1:8).
4. La preexistencia del Hijo de
Dios se sobreentiende en el hecho de que Él tiene los atributos de la Deidad:
Vida (Jn. 1:4), Existencia en sí mismo (Jn. 5:26), Inmutabilidad (He. 13:8),
Verdad (Jn. 14:6), Amor (1 Jn. 3:16), Santidad (He. 7:26), Eternidad (Col. 1:17;
He. 1:11), Omnipresencia (Mt. 28:20), Omnisciencia (1 Co. 4:5; Col. 2:3) y Omnipotencia
(Mt. 28:18; Ap. 1:8).
5. De igual manera, la preexistencia
de Cristo se sobreentiende en el hecho de que Él es adorado como Dios (Jn.
20:28; Hch. 7:59-60; He. 1:6). Por lo tanto, se concluye que siendo el Señor
Jesucristo Dios, Él existe de eternidad a eternidad. Este capítulo, que recalca
la Deidad de Cristo, debe estar inseparablemente relacionado con el que sigue, en
el cual se da énfasis a la humanidad del Hijo de Dios, realizada a través de la
encarnación.
PREGUNTAS
1.
Contrastar la evidencia para las naturalezas humana y divina de Cristo.
2. ¿Cuáles
son algunas de las evidencias para la eternidad del Hijo de Dios?
3. ¿Cómo
la eternidad de Dios prueba su deidad?
4. ¿Qué
implicaciones adicionales hay de sus obras que el Hijo de Dios es eterno?
5. ¿Cómo
las obras del Hijo de Dios prueban su deidad?
6. ¿Cómo
está sostenida la eternidad de Cristo por sus títulos?
7. ¿Cómo
está la eternidad de Cristo sostenida por sus otros atributos?
8. ¿Cómo
los atributos de Cristo prueban su deidad?
9. ¿Cuán
importante es para nuestra fe cristiana la doctrina de la deidad y eternidad de
Jesucristo?