A. SIETE FIGURAS DE CRISTO Y SU IGLESIA
En las
Escrituras se usan siete figuras para revelar la relación entre
Cristo y su iglesia.
1. El Pastor y la oveja que aparecen anunciados
en el Salmo
23 se usan en Juan 10, donde Cristo es el Pastor y los que creen son las
ovejas. Según este pasaje:
A) Cristo vino por la puerta, esto
es, a través del linaje escogido de David;
B) El es el verdadero pastor, al que
siguen las ovejas;
C) Cristo es también la Puerta de las
ovejas, la puerta de entrada en la salvación y la puerta que da seguridad (Jn.
10:28-29);
D) el Pastor da alimento y vida a las
ovejas;
E) En contraste, otros pastores solo
son asalariados que no dan su vida por sus ovejas;
F) hay comunión entre las ovejas y el
Pastor; así como el Padre conoce al Hijo y el Hijo conoce al Padre, las ovejas
conocen al pastor;
G) aunque Israel pertenecía a un
redil diferente en el Antiguo Testamento, en la era actual hay un redil y un
Pastor, en el cual judíos y gentiles por igual tienen salvación (Jn. 10:16);
H) como Pastor, Cristo no sólo pone
su vida por sus ovejas, sino que vive para siempre para interceder por ellas y
darles la vida espiritual y el alimento necesario (He. 7:25). Según el Salmo
23:1, «Jehová es mi pastor; nada me faltará».
2. Cristo es La
Vid verdadera, y los creyentes son los pámpanos. Aunque Israel estaba vinculado
con Dios en la figura de la vid en el Antiguo Testamento, Cristo es la Vid verdadera
y los creyentes son los pámpanos, según Juan 15. La figura habla de la unión
con Cristo y de la comunión con Cristo. Se exhorta a los creyentes que permanezcan
en una comunión inquebrantable con Cristo (15:10), y el resultado de permanecer
en Él es la limpieza o poda (v. 2), la oración eficaz (v. 7), gozo celestial
(v. 11) y verdad eterna (v. 16). La verdad central de la vid y los pámpanos
es que el creyente no puede gozar de la vida cristiana o ser fructífero en su
servicio sin estar unido vitalmente con Cristo, la Vid verdadera.
3. Cristo es La
Piedra del ángulo, y la iglesia comprende Las Piedras del edificio. En contraste
con el Antiguo Testamento, en que Israel tenía un templo (Ex. 25:8), la iglesia
es un templo (Ef. 2:21). En la figura, Cristo es presentado como la principal piedra
del ángulo y los creyentes como piedras del edificio (Ef. 2:19-22). El
propósito presente de Dios es edificar su iglesia (Mt. 16:18). En la
construcción de la iglesia como un edificio, cada piedra es una piedra viva
porque participa de la naturaleza divina (1 P. 2:5); Cristo es la piedra
principal del ángulo y el fundamento (1 Co. 3:11; Ef. 2:20-22; 1 Pedro. 2:6); y
el edificio, como un todo, llega a ser «morada de Dios en el Espíritu» (Ef.
2:22). En la figura del edificio es evidente que cada creyente depende de
Cristo como fundamento, y como piedra del ángulo, y las piedras del edificio, igualmente,
revelan
la
interdependencia de los creyentes, siendo el edificio, como un todo, el templo
de Dios en el Espíritu.
4. El Nuevo
Testamento presenta a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, y a los creyentes
como sacerdotes. Según se señaló en estudios anteriores, si el creyente como
sacerdote tiene un sacrificio cuádruple:
A) ofrece un
servicio de sacrificio, presentándose a sí mismo de una vez para siempre a Dios
(Ro. 12: 1-2);
B) ofrece un servicio de adoración, dando
alabanza y acción de gracias a Dios (He. 13:15), incluyendo un servicio de
intercesión u oración por sus propias necesidades y por las de los demás (Ro.
8:26-27; Col. 4:12; 1 Ti. 2:1; He. 10:19-22). Cristo, como Sumo Sacerdote
nuestro, entra en el cielo por medio de su sangre derramada en el Calvario (He.
4:14-16; 9:24; 10:19-22) y ahora intercede por nosotros (Ro. 8:34; He. 7:25). Como
miembros de un real sacerdocio, es importante Señalar que los creyentes además
ofrecen:
C) el sacrificio de buenas obras, y:
D) el sacrificio de su
sustancia, además de haber ofrecido sus cuerpos en sacrificio vivo (He. 13:16).
5. Cristo como
la Cabeza y la iglesia como el cuerpo de Cristo revelan el propósito presente
de Dios. A esta figura le daremos consideración aparte y más detallada un poco
más adelante en este capítulo.
6. Cristo
como el segundo Adán y la iglesia como nueva creación es una figura en que Cristo,
como el resucitado, reemplaza a Adán, La cabeza del antiguo orden, y
llega a ser cabeza de las nuevas criaturas en Cristo. Esta figura está basada
en la certeza de la resurrección de Cristo y en la importancia de que Cristo
haya establecido un nuevo orden en su resurrección. El creyente está en Cristo
por el bautismo del Espíritu, en contraste con el estar en Adán. En su nueva
posición en Cristo, él recibe todo lo que Cristo hizo en su favor al
proporcionarle justicia y nueva vida en Cristo. Puesto que Cristo es cabeza de
la nueva creación, es necesario un nuevo día conmemorativo, el primer día de la
semana, en contraste con el Sabbat (sábado), que pertenecía al viejo orden.
7. Cristo como
el Esposo y la Iglesia como la esposa es una figura profética de la relación
presente y futura entre Cristo y su iglesia. En contraste con Israel,
presentado en el Antiguo Testamento como una esposa infiel a Jehová, la iglesia
se revela en el Nuevo Testamento como una virgen que espera la venida de su
Esposo. Esto será objeto de una amplia discusión más adelante en este capítulo.
Como la iglesia, cuerpo de Cristo, es la figura más
importante que revela el propósito presente de Dios, así la iglesia como la
esposa es la figura más importante que revela la relación futura de la Iglesia
con Cristo.
B. LA IGLESIA COMO EL
CUERPO DE CRISTO
La discusión
del bautismo del Espíritu en un capítulo anterior sacó a la luz la revelación
neo-testamentaria de la iglesia unida y constituida en el cuerpo de Cristo por el
bautismo del Espíritu, según la declaración de 1 Corintios 12:13: «Porque por
un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos,
sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo espíritu».
En esta
figura se presentan tres verdades de gran importancia:
1) la iglesia es un cuerpo que se desarrolla
por si mismo;
2) los miembros del cuerpo reciben
dones especiales y se les asignan servicios especiales;
3) el cuerpo es una unión viviente u
organismo.
1. Como cuerpo
que se desarrolla por sí mismo, Efesios 4:11-16 presenta la iglesia como
una entidad compuesta por individuos que tienen dones espirituales. De aquí que
algunos sean apóstoles, otros profetas, evangelistas, pastores y maestros. La
verdad central es que los creyentes no solamente reciben la exhortación de
servir a Dios en sus diversas capacidades, sino que están equipados para hacer
un trabajo en particular para el cual Dios los ha llamado. El creyente cumple
sus propios servicios cuando cumple el rol particular que se le ha asignado en
el cuerpo de Cristo y participa en el perfeccionamiento del cuerpo de Cristo
(Ef. 4:13).
2. A los
miembros del cuerpo de Cristo se les asigna un servicio específico que está de
acuerdo con los dones que han recibido. Así como en el cuerpo humano los diferentes
miembros tienen funciones distintas, en el cuerpo de Cristo ocurre lo mismo. Es
importantísimo que cada creyente se examine seriamente a fin de ver qué dones Dios
le ha dado, y luego los use para la gloria de Dios. En Romanos 12:3-8 y I Corintios
12:28 se mencionan importantes dones. Cada creyente tiene algunos dones y hay
creyentes que pueden tener más que otros. Los dones espirituales, aunque a veces
están relacionados con habilidades naturales, no deben ser confundidos con ellas.
Por ejemplo, aunque una persona tenga naturalmente el don de la
enseñanza, solamente Dios puede dar el don de enseñar cosas espirituales.
Los dones espirituales no se consiguen buscándolos, sino por el
Espíritu que reparte «a cada uno en particular como él quiere» (1 Co. 12:11).
En la iglesia apostólica se recibieron algunos dones que
han seguido hasta el presente; otros fueron dones señales que ciertamente
cesaron después de la primera generación de cristianos. Sin embargo, cada don
está sujeto a regulación por la Palabra de Dios y no es una base adecuada para
el orgullo, siendo una gran responsabilidad por la cual cada creyente tendrá
que rendir cuentas.
Aunque las iglesias locales pueden desarrollar complicadas
organizaciones,
la obra de Dios es realizada primariamente por medio de la iglesia como un
organismo dirigido por Cristo, la Cabeza, en conformidad a las capacidades de
cada miembro individual.
Aunque no es raro que a un creyente en Cristo se le pida que sirva en
una esfera para la cual no está especialmente dotado, obviamente su función más
elevada será la de realizar la tarea para la cual fue incorporado al cuerpo de
Cristo. Al presentar su cuerpo al Señor en sacrificio vivo puede conocer la
perfecta voluntad de Dios (Ro. 12:1-2).
3. El cuerpo es
un organismo vivo que está eternamente unido en Cristo. La unidad del cuerpo,
que comprende judíos, gentiles y personas de diversas razas y culturas, es presentada
en Efesios 1:23; 2:15-16; 3:6; 4:12-16; 5:30. La iglesia como cuerpo de Cristo
tiene una unidad maravillosa en la que se ignora la división entre judío y
gentil, y ambos tienen los mismos privilegios y acceso a la misma gracia. El
cuerpo de Cristo acusa un agudo contraste con la relación entre Dios e Israel y
los gentiles en el Antiguo Testamento y es una situación única, limitada a la
edad presente.
Según Efesios 3, los miembros del cuerpo participan en la maravillosa
verdad, que estuvo oculta para los profetas del Antiguo Testamento, pero
revelada en el Nuevo, de que los gentiles son coherederos, forman el mismo
.cuerpo y participan de las mismas promesas en Cristo que los judíos (Ef. 3:6).
La unidad del cuerpo enfatizada en Efesios 4:4-7 es una unidad eterna que es la
base de la comunión y el servicio cristiano en la edad actual y la base, para
una comunión eterna en la edad venidera.
C. CRISTO COMO EL ESPOSO Y
LA IGLESIA COMO LA ESPOSA
De las siete
figuras de Cristo y la iglesia, solamente la figura del esposo y la esposa tiene
una significación profética. En contraste con Israel, que fue la esposa infiel
de Jehová, la iglesia es representada en el Nuevo Testamento como la virgen
pura que espera la venida de su Esposo (2-Co. 11:2). Cristo como el Esposo ya
es presentado en Juan 3:29 por Juan el Bautista.
Sin embargo,
la revelación más importante la da Efesios 5:25-33 para ilustrar
la relación correcta que debe haber entre marido y mujer en Cristo.
Aquí se revela
la triple obra de Cristo:
A) en su muerte, «Cristo amó a la
iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (v., 25);
B) Cristo está
realizando su obra presente para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la Palabra (v. 26);
C) A fin de presentársela a sí mismo,
una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino
que fuese santa y sin mancha (v. 27).
Al morir en
la cruz Cristo cumplió el simbolismo oriental de pagar una dote al precio
necesario para tomar una esposa. En la era actual, mediante el lavamiento de
agua, la aplicación de la Palabra de Dios y la santificación del creyente, Cristo
está preparando y purificando a su esposa para su relación futura. Al final del
siglo, en el arrebatamiento de la iglesia, el Esposo vendrá por su esposa y la
llevará al cielo. Allí Ella se presentará como la iglesia que refleja su
gloria, perfecta, sin mancha ni arruga, una esposa santa, digna de un Esposo
santo. La fiesta de bodas que seguirá, probablemente consumada en
la comunión espiritual del reino milenial, verá reunirse a todos los demás
santos para la celebración de la boda de Cristo y su iglesia. Esta fiesta de
boda se anuncia en Apocalipsis 19:7-8 en el momento mismo en que Cristo está
por venir a la tierra a establecer su reino.
El amor de
Cristo por su iglesia que se revela en esta figura, es una notable demostración
del amor de Dios.
Se pueden
mencionar cinco características del amor de Dios.
1. La duración
eterna del amor de Dios brota del hecho de que Dios es amor (1 Jn. 4:8).
Él no ha obtenido el amor por esfuerzo propio, o por cultivo de su persona, ni considera
el amor como algo separado de su personalidad que pudiera abandonar a voluntad.
El amor es una parte vital de su ser. Si Él hubiera tenido principio, el amor habría
comenzado cuando Él empezó. Si cesara su amor, dejaría de existir una parte esencial
de la persona de Dios. Él es lo que es, en gran parte, porque es amor. El amor
de Dios no puede cambiar. A Israel le dijo: «Con amor eterno te he amado (Jer. 31:3);
y de Cristo está escrito: Como había amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin» (literalmente: «sin fin»; Jn. 13:1; cf. con 15:9). El
amor de Dios hacia un individuo no tiene fluctuaciones ni tiene fin.
2. El amor de Dios
motiva su incesante actividad. Aunque el amor de Dios se manifestó de una vez
para siempre en el sacrificio de su bien amado Hijo (Ro. 5:8; 1 Jn. 3:16), lo
que se manifestó en un momento del tiempo es la revelación de la actitud eterna
de Dios hacia el hombre. Si hubiésemos podido mirar el corazón de Dios antes de
la creación del universo material, habríamos visto que ya había hecho la
provisión del Cordero que habría de ser sacrificado por el pecado del mundo
(Ap. 5:6). Si pudiésemos ahora mirar en el corazón de Dios, veríamos la misma
compasión no disminuida en favor de los perdidos que se manifestó en la muerte
de su Hijo. La muerte de Cristo, ocurrida en un momento, no fue un espasmo de
amor divino; es el anuncio ante un mundo perdido del hecho del amor eterno e
inmutable de Dios.
3. El amor de
Dios tiene una pureza transparente. Acerca de este aspecto del amor de Dios no
hay palabras humanas que puedan describirlo. No hay egoísmo en el amor divino;
Dios jamás ha buscado beneficios para sí. El nada recibe; todo lo da. Pedro exhorta
a los creyentes a amar de corazón puro, entrañablemente (1 P. 1:22); pero cuán
pocos son los que aman a Dios por lo que El es, sin consideración de sus beneficios.
¡Qué diferente es el amor de Dios! Nuestro juicio nos lleva a pensar que El necesita
nuestro dinero, nuestro servicio o nuestra influencia. El no necesita nada de nosotros;
pero El nos necesita a nosotros, y solamente porque su infinito amor no puede
ser satisfecho sin nosotros. El título «Amado», que se dirige a los creyentes
es altamente expresivo; porque, en su relación con Dios, su más alta función es
ser amado.
4. El amor de
Dios tiene una intensidad ilimitada. La cosa más costosa del mundo es la sangre
de Cristo, el Hijo único de Dios; sin embargo, Dios amó de tal manera al mundo
que dio a su Hijo unigénito. El sacrificio de su Hijo por hombres que aún eran pecadores
y enemigos parece alcanzar los más lejanos límites del infinito; sin embargo,
se nos habla de un amor que es « mucho más» que esto. Es el amor de Dios por
los que han sido reconciliados y justificados por medio de la muerte de Cristo (Ro.
5:8-10); por supuesto, nada nos podrá separar del amor de Dios que
es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 8:39).
5. El amor de
Dios tiene una benevolencia inagotable. No hay esperanza para este mundo sin el
maravilloso amor que Dios tiene hacia los que aún son pecadores. Pero el amor
de Dios no es pasivo. Movido en un grado infinito por su amor, Dios actuó en favor de quienes,
de otro modo, hubieran tenido que expulsar de su presencia para siempre. Dios
no podía ignorar la justa condenación del pecador que su justa santidad exigía;
pero él podía tomar sobre sí la maldición que debía caer sobre el pecador: Nadie
tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos (Jn. 15:13), y esto
fue lo que Él hizo a fin de que, sin violar su propia santidad, pudiera tener
libertad para salvar de la culpa (Ro. 3:26). Estando libres por la muerte
vicaria de Cristo, Dios no conoce limitaciones y no cesa de obrar hasta que,
para su propia satisfacción, pone al pecador justamente condenado en la más
alta gloria celestial y conformado a la imagen de Cristo.
La gracia
salvadora es más que amor; es el amor de Dios puesto en libertad de acción para
imponerse sobre sus justos juicios contra el pecador. «Por gracia sois salvos por media de
la fe» (Ef. 2:8; cf. can 2:4; Tit. 3:4-5).
Además, Dios
tiene un perfecto odio por el pecado que, como contrapartida de su amor, lo
prepara para salvar al pecador de su condenación. De igual modo, este odio por
el pecado, combinado con su amor, hace de Dios un Padre que disciplina a su
hijo.
Yo reprendo y
castigo a todos los que amo (Ap. 3:19), y «el Señor al que ama, disciplina»
(He. 12:6).
Debido a esta
unión viva con Cristo (1 Co. 6:17), el creyente es objeto del
amor del Padre del mismo modo que el Padre ama a Cristo (Jn. 17:23), y este
amor infinito nunca disminuye en la hora de la corrección a de la prueba.
Además de
estas manifestaciones directas del amor de Dios, se pueden citar muchas manifestaciones
indirectas. En el Nuevo Testamento hay pocas referencias al amor humano; el
énfasis más bien está puesto en el amor divino que ha sido impartido y que experimenta solamente el
creyente que está lleno del Espíritu. El mensaje de Romanos 5:5 es que el amor
de Dios brota del Espíritu que nos es dado. El amor divino es fruto del
Espíritu (Ga. 5:22); por lo tanto, Él es su fuente. El
amor divino se manifiesta indirectamente pasando a través del corazón del
creyente. 1 Juan pone énfasis en que si hemos nacido de Dios, amaremos como
Dios ama; 1 Corintios 13 es una descripción del carácter sobrehumano del amor.
No hay éxtasis en esta vida comparable a la afluencia libre y sobreabundante
del amor de Dios.
Debe
observarse que, no es el amor a Dios lo que estamos considerando; se trata más
bien del amor que pertenece a Dios. Debemos notar algunas cosas en cuanto a este
amor:
Se
experimenta como respuesta a la oración de Cristo (Jn. 17:26). Dios ama al
mundo perdido (Jn. 3:16; Ef. 2:4), y así tan ciertamente aborrece al sistema mundano
que es malo
(1 Jn. 2:1547). Dios ama a quienes ha redimido (Jn. 13:34-35; 15:12-14; Ro.;
5:8; Ef. 5:25; 1 Jn. 3:16; 4:12). Dios ama a la nación de Israel (Jer. 31:3).
Dios ama a quienes han vagado lejos de Él (Lc. 15:4, 20). El amor de Dios es
eterno (Jn. 13:1). El amor de Dios es sacrificial, hasta el punto de dar a su
propio Hijo (Jn. 3:16; 2 Co. 8:9; El. 5:2). En el misterio de esta compasión
divinamente ordenada, el apóstol Pablo estaba dispuesto a ser apartado de
Cristo por amor a sus hermanos, sus parientes según la carne (Ro. 9:1-3).
El ejercicio
del amor divino es el primer mandamiento de Cristo baja la gracia (Jn. 13:34-35;
15:12-14) y debiera ser característica sobresaliente de cada cristiano (Ga. 5:13;
Ef. 4:2, 15; 5:2; Cal.: 2:2; 1 Ts. 3:12; 4:9). El amor impartido por Dios no se
obtiene por cultivo, ni se puede producir por esfuerzos de la carne. Es la
experiencia normal de quienes, habiendo cumplido los requisitos, están llenos
del Espíritu (Ga. 5:22).
D. LA ESPOSA ADORNADA Y
RECOMPENSADA
Entre los
diversos juicios de las Escrituras, uno de los más importantes es el juicio del
tribunal de Cristo en que se juzga y recompensa a la iglesia. Con referencia al
pecado, las Escrituras enseñan que el hijo de Dios que está bajo la gracia no
vendrá a juicio (Jn. 3:18; 5:24; ~6:37; Ro.5:1; 8:1; 1 Co. 11:32); en su
posición delante de Dios, y sobre la base de que el castigo de todos los
pecados “pasados, presentes y futuros” fue llevado por Cristo como el perfecto
sustituto el creyente se encuentra no solamente fuera de toda condenación, sino
que estando en Cristo es aceptado por la perfección de Cristo (1 Co.
1:30; Ef. 1:6; Col. 2:10; He. 10:14) es amado de Dios como Cristo es amado (Jn.
17:23). Pero en relación a su vida cotidiana y su servicio a Dios, el cristiano
debe dar cuenta ante el tribunal de Cristo (Ro. 14:10; 2 Co 5:10; Ef. 6:8), juicio
que se celebrará a la venida de Cristo para recibir a los suyos (1 Co. 4:5; 2
Ti. 4:8; Ap. 22:12; cf. con Mt. 16:27; Lc. 14:14).
Cuando se
presenten ante el gran trono blanco para el juicio final, los inconversos serán
juzgados según sus obras (Ap. 20:11-15). El propósito de este juicio no es determinar
si los que han sido presentados a él serán salvos o se perderán; su propósito
es más bien
determinar el grado de castigo que corresponde a los perdidos a causa de sus
obras malas Del mismo modo, cuando los salvados se presentan ante el tribunal
de Cristo, en su venida, son juzgados por sus obras no para determinar si se salvan
a se pierden, sino para determinar la recompensa o pérdida por el servicio que se
esperaba de cada creyente. Los que se presenten ante el tribunal de Cristo no solamente
serán salvos y estarán seguros, sino que ya habrán sido llevados al cielo, no
sobre la base de méritos u obras, sino por la gracia divina hecha posible por
la gracia salvadora de Cristo. Bajo la gracia, la salvación no es de ningún
modo condicionada por el servicio o el carácter de la vida del creyente; la
vida y el servicio del creyente llegan a ser un caso separado que ha de ser
juzgado por Cristo, pues a él pertenecemos y a él servimos.
Cuando todos
sean reunidos ante «su trono de gloria», también se darán recompensas sobre la
base del mérito de Israel y las naciones, pero esto se hará sin consideración de
la cuestión de la salvación personal (Mt. 25:31-; cf. con Mt. 6:2-6; 24:45, 46;
25 1-46).
En las
Escrituras se usan tres figuras importantes para revelar la naturaleza de
las recompensas del creyente en el tribunal de Cristo.
1. En Romanos
14: 10-12 se presenta la firma de una mayordomía. En conexión con el juicio de
los demás se hace la exhortación: « ¿Por qué a tu hermano? 0 tú también, ¿por
qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de
Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará
toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de
nosotros dará a Dios cuenta de sí».
En este pasaje se nos exhorta a que no tratemos de evaluar la calidad
de las obras de otro cristiano. Esto no significa que no debamos juzgar y
rechazar el pecado, sino que se refiere más bien a la
calidad y el valor de la vida. Con demasiada frecuencia los cristianos se dejan
llevar por el deseo de criticar a los demás a fin de que sus propias vidas
parezcan un poco mejores ante sus propios ojos. En otras palabras, reducen a la
nada a sus hermanos en un esfuerzo de exaltarse a sí mismos.
Este pasaje revela que cada cristiano tendrá que rendir cuenta a Dios.
La figura es de un mayordomo o persona a la que se ha confiado algo. Todo lo
que el creyente tiene en la vida “su capacidad intelectual, dones naturales,
salud física, dones espirituales, o riqueza” es un don de Dios para él.
Mientras más se le confía, tendrá más de qué dar cuenta. Como se afirma en 1
Corintios 6:19-20: «No sois vuestros, habéis sido comprados por precio». Como
mayordomos, tendremos que dar cuenta ante el tribunal de Cristo de todo lo que
Dios nos ha dado, y no seremos responsables de lo que fue dado a los demás,
pero sí tendremos que responder de lo que nos fue dado a nosotros. La clave del
juicio no será el éxito o el aplauso público que se haya tenido, sino la
fidelidad en el uso de lo que Dios nos ha encomendado.
2. En 1
Corintios 3:9-15 la vida del creyente es considerada como un edificio levantado
sobre Cristo como fundamento.
Al determinar
la fuerza de este pasaje, debe observarse:
A) Se tiene en vista solamente a los
salvados. El pronombre personal «nosotros» y el «vosotros» incluyen a todos los
salvados y excluye a todos los que no son salvos; de igual modo, la palabra
«alguno» se refiere solamente a quién esté edificando sobre la Roca que es Cristo
Jesús.
B) Habiendo presentado a los
corintios el evangelio par el cual fueron salvados “salvación proporcionada par
la Roca sobre la cual los salvados están”, el apóstol Pablo se compara con un
perito arquitecto que ha puesto el fundamento o cimiento; pero, en agudo
contrasto con esto, señala que cada creyente por si mismo esta levantando la superestructura
sobre el
fundamento único proporcionado por la gracia de Dios. Por eso, el llamado es a
que cada uno mire cómo sobreedifica. Esto no es una referencia a la así llamada
«construcción del carácter», que no tiene base en los pasajes dirigidos a los
santos de esta dispensación; el carácter de ellos es el «fruto del Espíritu»
(Ga. 5:22-23) y es realizado, no por esfuerzos carnales, sino por el andar en el
Espíritu (Ga. 5:16). Se presenta al creyente levantando una superestructura de servicio,
u obras, que tiene que ser probada por fuego, posiblemente por los ojos de fuego
de nuestro Señor ante el cual tendrá que presentarse (Ap. 1:14).
C) La «obra» que el cristiano esta
edificando sobre Cristo puede ser de madera, heno, hojarasca, que el fuego
puede destruir; o puede ser de oro, plata y piedras preciosas que el fuego no
destruye y que, en el caso del oro y la plata, en cambio, las purifica.
D) A aquel cuya obra levantada sobre
Cristo permanezca, le será dada una recompensa; pero a aquel cuya obra sea
quemada sufrirá pérdida: no de su salvación, que es asegurada por
medio de la obra consumada de Cristo, sino de su recompensa. Aun cuando pase
por el fuego que va a probar la obra de cada cristiano y sufra la pérdida de su
recompensa, el mismo será salvo.
3. En 1
Corintios 9:16-27, y especialmente en los versículos 24-27, se usa la
figura de una carrera y el ganar el premio para revelar la calidad de la vida y
del servicio cristiano. Haciendo referencia a su propio servicio en la
predicación del evangelio, el apóstol pregunta: « ¿Cuál, pues, es mi galardón?»
La verdadera respuesta a esta pregunta depende, naturalmente, de la naturaleza
y calidad del servicio rendido a Dios. Por lo tanto, el apóstol continúa
haciendo un recuento de su fidelidad en la obra (versículos 18-23); nadie
negará la veracidad de su informe. Luego compara el servicio cristiano a una
carrera en que todos los creyentes están participando, y que, como en una
carrera, uno solo recibe el premio y sólo por un esfuerzo superior.
En forma
similar, el creyente debiera poner en ejercicio todas sus fuerzas en el servicio
cristiano, a fin de obtener la recompensa completa, correr como si quisiera superar
a los demás. Así como el atleta se abstiene de muchas cosas a fin de obtener una
corona corruptible, el cristiano debe abstenerse de todo a fin de obtener la
corona incorruptible. El autocontrol del apóstol se ve en el hecho de que
mantenía en sujeción su propio cuerpo a fin de evitar que algún servicio
indigno y no de todo corazón por los demás hiciera que fuera reprobado. La
palabra traducida aquí «eliminado» es adokimos, que es la forma negativa de
dokimos; dokimos se traduce por «aprobado» (Ro. 14:18; 16:10; 1 Co. 11:19; 2
Co. 10:18; 2 Ti. 2:15),: por lo que adokimos debe traducirse «desaprobado»
Puesto que no está en duda la salvación del apóstol, él no tiene miedo de ser
desechado por Dios para siempre; tiene temor de ser desaprobado en la esfera de
servicio.
La recompensa
del cristiano a veces se menciona como un premio (1 Co. 9:24) y a veces como
una corona (1 Co. 9:25; Fil. 4:1; 1 Ts. 2:19; 2 Ti. 4:8; Stg. 1:12; 1 P. 5:4; Ap.
2:10; 3:11). Estas coronas pueden ser clasificadas bajo cinco divisiones que representan
cinco formas de servicio y sufrimiento cristiano, y el hijo de Dios recibe la advertencia
de que tenga cuidado para que no pierda la recompensa (Col. 2:18; 2 Jn. 8; Ap.
3:11).
La doctrina
de las recompensas es la contrapartida necesaria de la doctrina de la salvación
por gracia. Puesto que Dios no cuenta los méritos del creyente para la salvación, ni puede
hacerlo, es necesario que las buenas obras del creyente reciban el reconocimiento
divino. Los salvados nada deben a Dios en paga de la salvación que les fue dada
como un regalo; pero deben a Dios una vida de devoción fiel, y para esta vida
de devoción se ha prometido una recompensa en los cielos.
Aunque las
recompensas de los creyentes están simbolizadas por coronas, según Apocalipsis
4:10 las coronas, como símbolo de la recompensa, serán puestas a los pies del Salvador
en el cielo. ¿Cuál será entonces la recompensa para el servicio fiel de parte
del creyente?
La
probabilidad es que el servicio fiel sobre la tierra sea recompensado con un
lugar privilegiado de servicio en el cielo. Según Apocalipsis 22:3, «sus
siervos le servirán».
Los creyentes
verán cumplidas sus más elevadas aspiraciones de servicio de amor para el
Salvador que los amó y se dio a sí mismo por ellos. En la ilustración de los talentos
usada por Cristo en Mateo 25:14-30, el hombre que recibe los cinco talentos y el
que recibió dos (ambos ganaron el doble sobre lo que le
encomendó el Señor) fueron aprobados cuando el Señor dijo: «Sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mt. 25:21, 23).
Aunque parece que este juicio no tiene que ver con la iglesia, se puede aplicar
el principio a todos los creyentes de todas las edades que reciben recompensa
en la eternidad. La fidelidad en nuestro servicio presente tendrá como
recompensa un servicio de privilegio en la eternidad.
El pasaje
central sobre el tribunal de Cristo, 2 Corintio5 5:10-11, revela que
el tribunal de Cristo es un lugar donde se distinguen las buenas obras de las
malas, y el creyente recibe
recompensa sobre la base de las buenas obras. Como se ha dicho anteriormente,
no se esta juzgando el pecado, porque el creyente ya ha sido justificado.
Tampoco es cuestión de santificación como se experimenta en el presente al ser
disciplinado por no haber confesado el pecado (1 Co. 11:31 32; 1 Jn. 1:9), porque
el creyente ya es perfecto en la presencia de Dios.
El único
problema que queda, entonces, es la calidad de la vida y de las obras
que Dios considera buenas en contraste con las obras que son sin valor. El
hecho solemne de que todo creyente deberá presentarse un día a rendir cuenta de
su vida ante Dios, debiera ser un estimulo para la fidelidad
presente y para la propia evaluación de las prioridades de
vida basadas en la pregunta de cómo será evaluada en la eternidad.
PREGUNTAS
1. Nombrar las
siete figuras que se usan para Cristo y su iglesia.
2.
¿Cuáles son algunas de las verdades importantes enseñadas por la figura del
pastor y las ovejas?
3.
Explicar en qué forma habla de unión, comunión y producción de fruto la figura
de Cristo como la Vid verdadera y los creyentes como los pámpanos.
4. ¿Cuál
es el pensamiento principal de la figura de la iglesia como un edificio del cual
Cristo es la piedra del ángulo?
5.
¿Cuáles son las principales funciones del creyente como sacerdote?
6. ¿Que
verdad nos ilustra la figura de Cristo como el Segundo Adán y la iglesia como una
nueva creación?
7. ¿Qué
representa la figura de Cristo como el Esposo y la iglesia como una esposa profética?
8.
¿Cuáles son las tres grandes verdades presentadas en la figura de la iglesia
como cuerpo de Cristo?
9. ¿En
qué forma determinan los dones espirituales el servicio particular de un individuo
a Dios?
10. ¿Qué
nos revela el concepto de la iglesia como un organismo vivo?
11. ¿Cuál
es la triple obra de Cristo bajo la figura de un Esposo?
12.
Escribir detalladamente qué es lo que Cristo está haciendo actualmente por su esposa.
13.
Nombrar cinco características del amor divino revelado en el amor de Cristo por
su iglesia.
14. En
vista del amor de Cristo por su iglesia, ¿qué se revela acerca del amor del Padre
por los creyentes?
15. En
vista del amor de Dios por la iglesia, ¿qué se revela acerca de nuestro amor?
16. En
conexión con el juicio del hijo de Dios, ¿por qué el creyente no será condenado
por sus pecados?
17. ¿Cuál es el
propósito principal
del juicio de los cristianos en el tribunal de Cristo?
18. ¿Qué
contraste hay entre el juicio de los cristianos y el juicio del gran trono blanco?
19. ¿En
qué forma ilustra la naturaleza del juicio de los cristianos la figura de la mayordomía?
20. ¿Cómo
se ilustra el juicio de los creyentes con la figura de un edificio levantado sobre
Cristo como el fundamento?
21. ¿Cómo
se relaciona la figura de ganar una carrera con el tribunal de Cristo?
22. ¿Cuál es la
naturaleza de la recompensa del creyente?
23. ¿Cuánta
importancia tiene el tribunal de Cristo, y cómo se relaciona con la evaluación
de nuestras vidas presentes?